Hacia una revolución en el gobierno de la Iglesia

Alfonso Andrade Lago
Alfonso Andrade SIN PERDÓN

OPINIÓN

14 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La única monarquía absoluta no hereditaria del planeta vuelve a tener sumo pontífice y, una vez que ha quedado atrás la formidable puesta en escena del Vaticano, única en el mundo, la cuestión fundamental es saber si este papa progresista va a acometer la gran revolución que necesita la Iglesia católica, empezando tal vez por su propio clericalismo, que pide a gritos fórmulas más participativas.

Las primeras impresiones invitan a creer en el cambio. De entrada, el papa Francisco no pertenece a la curia vaticana, que es la que gobierna de verdad en Roma y a la que el llamado grupo de cardenales extranjeros ha puesto en aprietos durante el precónclave al pregonar a los cuatro vientos la necesidad y urgencia de reformarla.

Los extranjeros ?y el argentino Bergoglio es uno de ellos? anhelan un gobierno de la Iglesia repartido por el mundo y abrigado por aquellas áreas del planeta en las que realmente crecen las vocaciones y el número de fieles, como por ejemplo Latinoamérica.

Pero lo más llamativo es que este Bergoglio ajeno a la curia ha sido elegido en un cónclave de fuerte dominio curial, lo que parece dejar claro un amplio frente opositor en manos de los extranjeros y permite atisbar cambios en la administración de la iglesia.

Si se confirman esos indicios, estamos ante un acontecimiento de magnas proporciones, como sería la pérdida de poder de Roma, inversamente proporcional a una mayor influencia de la periferia eclesiástica.

Los extranjeros llegaron con un firme propósito antes de encerrarse en la Capilla Sixtina: conocer a fondo los escándalos que sacuden a la curia. Y el propio Federico Lombardi admitió que durante el precónclave se habían expuesto las finanzas del Vaticano a petición de los cardenales. El resultado es un pontífice ajeno a ese centralismo romano, que llega con el mensaje de humildad que reclaman los reformistas: se postra ante los fieles en la plaza de San Pedro para que recen por él y adopta el nombre de Francisco de Asís, protector de los pobres.

Hasta aquí la teoría. La práctica puede ser bien distinta. La reforma de la curia es un viejo propósito del papado. Juan Pablo II fracasó en su intento y a Benedicto XVI le costó probablemente la salud y la renuncia.