Siete claves para entender la renuncia

Federico Fernández de Buján LA GOLETA

OPINIÓN

12 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Muchas reflexiones caben en este 11 de febrero que entra en la historia de la Iglesia. Pretendo acercar al lector a las circunstancias de tiempo y lugar y a las posibles claves para entender la renuncia. El anuncio coincide con la festividad de Nuestra Señora de Lourdes y se hace en un consistorio que reúne parte del colegio cardenalicio. Nada es casual sino causal. La súplica final del papa da razón del día elegido y de la sede escogida. Pide a la Virgen que «asista con su materna bondad a los cardenales al elegir el nuevo sumo pontífice».

Siete claves proporciona el papa para explicar su decisión: examen, conciencia, certeza, incapacidad, consciencia, servicio, confianza. Primero, afirma «haber examinado ante Dios reiteradamente». Implica un largo y profundo meditar, en presencia divina, los pros y contras. Segundo: el examen lo hace desde su conciencia. Es inevitable recordar la decisión de Juan Pablo II de mantenerse en el Pontificado. Sin embargo, considero que no deben compararse, pues una renuncia es irrepetible. Tercero: «He llegado a la certeza». Tras el balance, la decisión. Y esta es segura, nítida. Si no fuese así, no la habría tomado. En la duda prevalece la permanencia. Cuarto: «No tengo fuerzas para ejercer el ministerio petrino». Es la única causa de la renuncia. No caben otras especulaciones. Considera que hoy para «gobernar la barca de san Pedro es necesario vigor del cuerpo y del espíritu» y admite, públicamente, su debilidad. Hay que ser fuerte para hacerlo. Quinto: «Siendo muy consciente, renuncio». Hace poco había manifestado que si constata que no puede cumplir sus obligaciones, el papa «tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, el deber de renunciar». Y así lo ha hecho. Sexto: su renuncia es un acto de servicio a la Iglesia, al no poder ejercer con fuerza «el ministerio que me fue encomendado». Séptimo: su mensaje está traspasado de esperanza: «Confiamos la Iglesia al cuidado de su sumo pastor, Nuestro Señor Jesucristo». Esa confianza la expresó, con plástica belleza, el cardenal Sodano al calificar la renuncia como un «trueno en un cielo sereno». Así lo debemos ver los creyentes al recitar el salmo: «El Señor es mi pastor, nada me puede faltar».