Ya estamos casi todos

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

29 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En un periódico francés (16 de enero): «El mercado de automóviles en Europa cae al nivel de 1995». En un periódico italiano (22 de enero): «La renta per cápita de los italianos del 2013, en los valores de 1986». En un periódico británico del viernes pasado: «Peor de lo esperado: una recesión de triple caída hunde la economía». En La Voz, también del viernes: «El desempleo juvenil en España ya supera el 55 %». («¡Una vergüenza!», decía ayer de esta cifra el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz). Son solo cuatro datos extraídos de la nefasta jungla de noticias económicas de los últimos días, que pese al disimulo de los gobernantes, solo pueden llevar a una conclusión: la situación europea es ahora mismo de emergencia absoluta.

Y lo es después de cinco años de crisis, en los que se suponía que buena parte de los problemas que la originaron habían sido ya purgados. Lo que ya es obvio para todo aquel que tenga ojos y oídos es que la dirección de la política económica en el continente es un gigantesco barrizal. Si durante décadas, los manuales de economía explicaron errores que convirtieron recesiones -agudas, pero simples recesiones- en profundas depresiones, y el ejemplo clásico es el de los años treinta, ahora parece que vamos por el mismo camino. Un enorme error de política que ha tenido el mérito inverosímil de devolver a una situación de contracción económica a la mayoría de los países europeos, incluidos casi todos los entusiastas del dogma de la ultradisciplina.

En realidad, podríamos estar llegando a lo que un antiguo jefe de misión del Fondo Monetario Internacional en Alemania acaba de denominar «tercera etapa de la crisis de la eurozona», que se consumará «cuando esté en duda la fortaleza del núcleo de la región»; o sea, ahora mismo, si nos atenemos a los últimos datos conocidos (caída trimestral del PIB en Alemania, pronóstico de fuerte recesión en Holanda hasta bien entrado el año 2014). Si quedara algo de masa gris, esta situación podría favorecer al menos una cierta reacción a favor de un cambio de rumbo. Lo que, desde luego, no parece llevar a nada es el reiterado voluntarismo del «ya ha pasado lo peor» con el que todavía esta pasada semana nos ha torturado el señor De Guindos.