Asfixia económica, presión fiscal y tensión

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe FIRMA INVITADA

OPINIÓN

30 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Ahora se va a pagar por nacer, trabajar, pensar, ahorrar, estudiar, por conseguir ciertos productos básicos, por tener una vivienda para alojarse, por morir... Y así sucesivamente, pues no se sabe dónde parará esta sangría impositiva, de ajustes y recortes. Estamos ante un círculo vicioso clásico: tanto el empleo como el crecimiento están deteriorados. Además, la apuesta del Gobierno por una devaluación interna (vulgarmente, políticas de ajustes) no proporciona soluciones inmediatas, porque sus efectos, además de lentos, no llegan a conseguirse. Recuperar la confianza exige resultados, por lo que es difícil encontrar e identificar avances sustanciales. Vamos a entrar en un nuevo año habiendo dejado en el pasado todo el bagaje de avances y mejoras de una sociedad de bienestar y de mediano nivel de vida.

Escudriñando la situación actual, la economía española es más pequeña que la del 2007. Porque asistimos a un estancamiento del PIB; a una amplia destrucción del empleo público y privado; a una reducción del número de empresas; a una menor utilización de la capacidad productiva instalada; y a una reducción del valor de los activos inmobiliarios y financieros. No solo perdemos posiciones, sino que los ajustes son dolorosos y muy visibles, por los efectos de la recesión. Así, el mercado de trabajo no arroja cifras buenas desde hace muchos trimestres; los presupuestos y los servicios públicos se recortan por doquier; las empresas lo pasan mal, son continuos los ERE y las quiebras; y la deuda y el valor de los activos se deterioran, arrastrando a las economías familiares a situaciones nunca vistas.

Tanto la renta disponible de las personas como la de los hogares se han reducido considerablemente desde el comienzo de la crisis. Y la primera manifestación es el impacto sobre el nivel de vida. La caída de la renta disponible se debe a tres factores: destrucción del empleo, moderación y recortes salariales; y aumento de la presión fiscal. De este modo, la renta media por persona pasó de 9.865 euros en el 2008 a 9.321 euros, en el 2011, a precios corrientes; es decir, una disminución del 2,8 %. Si hacemos los cálculos en términos reales, imputando la inflación, el descenso entonces es del 8,9 %; y el de los hogares, del 10,4 %.

Esta disminución de los niveles de vida es más acusada en las edades centrales: jóvenes estratos de mediana edad son los que más han perdido desde el inicio de la crisis. Por eso, tanto los estudios económicos como las encuestas del CIS afirman que «cada vez es mas difícil llegar a fin de mes».

Disminuye el consumo y el ahorro. Si esto se mantiene en el tiempo, contribuirá a retraer la demanda interna e, inmediatamente, se generarían expectativas poco halagüeñas para recuperar la economía y generar empleo. Siguiendo la encuesta de presupuestos familiares, los hogares disminuyeron su consumo un 11 % en términos reales en el período 2008-2011, siendo muy acusados entre la población más joven.

Quiero llamar la atención de que la actual política económica, la basada en los ajustes y recortes, arrastra dos nuevos escenarios. En lo tocante al primero, las esperanzas de continuar con el progreso social, dinámica que nos iba aproximando a los valores europeos en términos de riqueza, renta y consumo, se va a frenar; convirtiéndonos en un país en el que tendremos dificultades para crear empleo, para retener a las personas y que no emigren, para vivir con niveles dignos, y para mantener índices de crecimiento adecuados. La consecuencia es el actual modelo de sufrimiento continuo y falto de perspectivas. El segundo escenario es un cuadro de ganadores y perdedores en el que unos apenas notan los efectos de la crisis; en tanto que otros, la gran mayoría, no pueden sostener ni el pago de su vivienda, tienen recortado el crédito, se encuentran asfixiados por las medidas económicas, tendencia que lleva a la eliminación de las clases medias.

Los datos son elocuentes. En el año 2004, el 10 % más rico de España atesoraba el 23,1 % del total, 8,5 veces la renta del 10 % más pobre. En el 2007, apenas había variado. Pero, en el año 2011, la renta acumulada del 10 % más pobre ha descendido hasta el 1,6 %, desde el 2,6 % del año 2004; y la del 10 % más rico, se eleva hasta el 24 %. O sea, si contabilizamos el 20 % más rico, este concentra el 40 % del total. Esta situación sitúa a España en los primeros lugares del ránking europeo en términos de desigualdad.

¿Que se pide? Eliminar incertidumbre, generar confianza, paralizar ajustes injustos, recortes insolidarios, corregir políticas económicas que no garantizan ni a corto ni a medio plazo soluciones globales. Esperemos que no tarden en llegar las correcciones a las medidas que no hacen más que asfixiar a los ciudadanos para que solo unos pocos tengan más oportunidades y derechos. Ello alimenta la tensión social.