Repartir dolor: el renacer de los cuerpos

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

14 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Nunca he conocido un Gobierno de tanto carácter mesiánico como el que, desde hace un año, se esfuerza en salvarnos de nosotros mismos. Hay frases o aforismos que estremecen: «españolizar a los niños catalanes», «gobernar a veces es repartir dolor», «me crezco en el castigo», más propios de aquellos predicadores misionales de mi infancia, o de los sermones del Speaker´s Corner de Hyde Park, donde los predicadores hablan sin parar para que ningún comentario reste contundencia a su sermón, que de miembros de un Gobierno democrático. Los ministros, los que hablan -pues los hay mudos como la ministra de Sanidad, que no se inmuta ante la pujante marea blanca madrileña-, cuando se encuentran en su sermón con la contestación del público, lo descalifican. Y en ello se afanan día sí y día también.

Hay dos argumentos mayores especialmente molestos esgrimidos repetidamente por este Gobierno y los dirigentes del partido que lo soporta: la reivindicación del respeto a las instituciones de nuestra democracia y al poder en ellas depositado, y a la par, cuando conviene, la descalificación de las instituciones de la Administración o del Estado, léase autonomías, para aguantar del sermón.

Entre estas descalificaciones, una de las más chuscas corresponde al ministro Gallardón cuando acusa de corporativos a jueces, fiscales, secretarios judiciales y otros cuerpos de un poder del Estado. Pronto tocará a ingenieros, enfermeros, médicos, bancarios, catedráticos, soldadores, fresadores, caldereros, investigadores? y sindicalistas. Porque entre los pocos cuerpos que no precisan ser corporativos está el muy singular de registradores de la propiedad, y por supuesto los cuerpos -estos privados- financiero y bancario. Otros cuerpos o corporaciones como las eléctricas o las del petróleo, amables siempre en el control de la inflación cuando es menester, tampoco parece que lo precisen. Al igual que sucede con quienes representan los intereses eclesiales.

En la goma de borrar de la transición se ha perdido la memoria de aquel régimen dictatorial y también corporativo. Ahora los cuerpos o corporaciones ni defienden solo sus intereses, ni estos son necesariamente espurios. Sobre todo cuando este Gobierno ni hace ni anuncia una regulación de los lobbies, o un control fiscal de grandes fortunas y empresas, o una administración eficaz para el control de tanto servicio público otorgado en concesión para la gestión privada, o una legislación que impida territorios cantonales asociados al juego, e incluso una Agencia Tributaria sin injerencias ni prebendas políticas.

Soportar a diario tales sermones, admoniciones o calificaciones de un Gobierno que presume de gobernar repartiendo dolor para nuestra salvación, amola y encocora.