¿Ya está escrito el final de Novagalicia Banco?

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

29 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Confieso que no acabo de entender la lógica de esta película. Su desenlace resulta incoherente a todas luces con el planteamiento y el nudo de la trama. Permítanme una breve sinopsis. Érase un enjambre de cajas de ahorros que, ante la pasividad del apicultor, abandonaron su colmena natural y se lanzaron a una alocada expansión. Siguieron la ruta marcada por las grúas de las grandes promociones y buscaron recursos en el mercado internacional de capitales. Todo iba viento en popa hasta que estalló la burbuja, las alas de las abejas se derritieron, como le sucedió al Anteo de la fábula, y hoy las cajas yacen sepultadas bajo una enorme montaña de cemento y ladrillo.

Asistimos ahora a las penúltimas secuencias del filme. Llega la hora del rescate, cuyo primer objetivo son los cuatro vástagos de aquel enjambre que se guarecen bajo el paraguas público: Bankia, Novagalicia Banco, Catalunya Caixa y Banco de Valencia. A priori parece que la música no suena mal: se trata de sanear esas entidades, inyectarles capital en vena, reducir drásticamente su tamaño, alejarlas de la promoción inmobiliaria y devolverlas a su colmena de origen.

¿Qué significa esto para Novagalicia Banco? Una profunda reestructuración, que debe desarrollarse en un plazo de cinco años, y que comprende diversos aspectos. Recapitalizar la entidad con una ayuda pública de 5.425 millones de euros. Recortar en más del 60 % el volumen de activos, incluyendo los que serán transferidos al banco malo. Reducir a la mitad el número de oficinas, empezando presumiblemente por las emplazadas en el exterior de la comunidad autónoma. Suprimir alrededor de dos mil empleos. Enajenar las participaciones industriales. Recluirse en su territorio gallego de procedencia. Circunscribir su actividad al ámbito de la familia y de la pequeña y mediana empresa. Escapar, como alma que lleva el diablo, del crédito promotor...

Esas eran las condiciones. Las que debían garantizar, una vez cumplidas, la permanencia del principal núcleo financiero gallego. Un banco autónomo e identificado con los intereses de su tierra, en la dirección en que trabaja el equipo de José María Castellano. Pero no. De repente, sin previa advertencia de imágenes obscenas en pantalla, el guionista da una cabriola, convierte a Joaquín Almunia en portavoz de la incoherencia y establece finales distintos para cada uno de los pacientes sometidos a tratamiento.

The end. El Banco de Valencia es subastado y adjudicado por un euro a La Caixa. A Bankia se le permitirá continuar su hasta ahora deplorable andadura en solitario. Y Catalunya Caixa y Novagalicia Banco, tras ser saneados y convenientemente acicalados, serán puestos a la venta o liquidados. El ahorro y el crédito gallego bailarán al son que toquen en otras latitudes. Y en función de otras partituras. ¿Será posible todavía reescribir un final distinto?