E l 20-N de hace un año fue el triunfo espectacular de la mayoría absoluta de Rajoy, un rechazo contundente a la figura y a la política de Rodríguez Zapatero. Mucho de lo que había tocado en sus dos legislaturas quedó dañado, incluido el propio partido del que era secretario general. La gravedad de la situación explica aquel extraordinario vuelco electoral. No se eligió tanto un programa concreto, como la esperanza de que el rumbo que llevaba el Estado no terminase como el Prestige. Se depositó la confianza de la nave en un nuevo patrón. La imagen náutica tiene una larga tradición que se constata en el mundo clásico grecolatino. Sin buscar el paralelismo inadecuado del «gran timonel», el propio Rajoy se adhirió a la metáfora al responder a la reciente huelga general advirtiendo que mantendría fijo el timón.
Sucede que la navegación, singularmente a vela, tiene unas reglas diferentes a las que suelen regir en la comunicación por tierra. La distancia más corta entre dos puntos no es siempre la línea recta. En acertar con las maniobras para alcanzar la meta radica la pericia y el éxito del navegante. Quien sigue la regata desde el muelle puede quedar desconcertado al contemplar lo que parece que es un desvío que aleja del objetivo a alcanzar. Sucede que para determinar si, al cabo, fue o no exitoso es preciso esperar al final de la navegación o a un momento en que razonablemente pueda considerarse que el rumbo seguido conduce inexorablemente al fracaso. A la navegación del Estado que patronea el Gobierno le quedan tres cuartos del tiempo previsto, pero los ciudadanos, que se encuentran realmente embarcados y no son aficionados curiosos, empiezan a estar, como mínimo, desconcertados en un número significativo, si hemos de fiarnos de los sondeos periódicos: ningún presidente del Gobierno ha tenido una valoración más baja.
El punto de arribada es muy preciso, determinado por el crecimiento económico y creación de puestos de trabajo. El presidente Rajoy ha tenido que hacer bordadas no previstas. El estado de la mar y su evolución no respondían a las previsiones calculadas antes de hacerse con el gobierno de la nave, trátese del déficit a rebajar o de la evolución de la prima de riesgo que ahoga financieramente. Cerca de superar el primer gran tramo, es preciso no solo tener, sino transmitir la seguridad de que la ruta seguida es la que conduce a la meta, a pesar del desconcierto producido. La reestructuración del sistema financiero puede constituir un ejemplo. Después de retrasos e incertidumbres se ha orientado en una dirección que parece ser adecuada.
Es muy probable que la adopción o retraso de algunas decisiones tengan que ver con cuestiones de índole partidaria o divergencias entre miembros del Gabinete. La auctoritas que le proporcionó la mayoría permite a Rajoy ejercer una dirección del Gobierno que impida iniciativas innecesariamente impopulares. Hacen más difícil comprender la ruta que está causando tanto sacrificio.