Las sagradas vacaciones de nuestros políticos

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

14 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Nos habían prometido nuestros gobernantes y diputados un verano de trabajo político estajanovista, pero la verdad es que aquí todo dios está de vacaciones. Ya pueden situarse la prima de riesgo y el bono en máximos o mínimos, que lo que reina en este agosto sofocante es el sopor y la calma chicha política de todos los veranos, apenas alterados por el sinpa de Sánchez Gordillo y sus secuaces en Mercadona. No cabía esperar otra cosa. Nos mienten como siempre. Y casi se lo agradecemos para que nos dejen en paz y no rompan más platos. Anuncian ahora que puede haber un Consejo de Ministros extraordinario el 24 de agosto y otro el 31, como si eso fuera una machada. Y tal vez, si toca, algún pleno veraniego en el Congreso, al que todas sus señorías acudirán, por supuesto, en avión, barco o tren gratis total desde sus respectivos chiringuitos playeros y a costa siempre de nuestros impuestos.

Me llamarán a mí demagogo por decir estas cosas, pero prefiero eso a quedarme callado. Hay cuestiones sobre las que se extiende un manto no ya de silencio, sino de mentira, que acaba por confundir al más informado. Ejemplos hay muchos, pero en algunas materias se ha mentido tanto, y de manera tan contumaz, que uno experimenta sentimiento de culpa solo por denunciar el descaro o simplemente la jeta de algunos políticos. Hablo por ejemplo del topicazo de que, cuando de manera periódica se publican fotografías del hemiciclo del Congreso vacío mientras se debate alguna ley, enseguida surge un diputado o un periodista paniaguado que tacha de simplista a quien pone de manifiesto semejante escarnio, asegurando que sus señorías están en realidad trabajando en sus despachos y que cuando bajan a apretar un botón para votar lo que les ordena su jefe de filas están prestando un gran servicio a la patria. Son los mismos que nos colocan siempre la matraca de que todos esos diputados que acuden al Congreso solo tres veces por semana, y que incluso asisten al último de esos plenos con la maleta preparada para largar cuanto antes a sus lugares de origen, no están ejerciendo la picaresca que le adjudicaríamos a cualquier trabajador del sector privado que hiciera algo similar, sino que se apresuran para llegar cuanto antes a sus respectivas circunscripciones y atender así de manera más diligente a los electores que les han aupado a la poltrona. Cuando oigo esas explicaciones, expresadas generalmente además en tono suficiente y perdonavidas, me pregunto si de verdad nos toman por imbéciles o si ellos mismos se creen sus propias mentiras. Viajes, teléfono, iPad y ADSL siempre gratis, menús de lujo a precio de comida rápida. Todo es poco, al parecer, para tan dura responsabilidad, aunque alguno -no diré el nombre- lleve 35 años en el Congreso. Si es tan pesada la carga, que la dejen y repartan la tarea con alguno de los que ni siquiera tienen para un fin de semana en la playa.