A propósito de Gallardón y la ley del aborto

Jaime Gómez Márquez FIRMA INVITADA

OPINIÓN

31 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

A propósito de la reforma de la ley del aborto planteada por el ministro señor Gallardón, quisiera hacer una breve reflexión, sin afán moralizante o de adoctrinamiento de ningún tipo. Supongamos que una madre (o unos padres) tienen la certeza, gracias a los avances de la Biología, de que van a tener un hijo con una parálisis cerebral incurable. Tener ese hijo supondría un sufrimiento enorme tanto para el niño como para sus padres, que tendrían que cuidarlo quizás de por vida. A esa madre o a esos padres se les plantearía el siguiente dilema moral: teniendo en cuenta este conocimiento científico sobre la enfermedad y basándose en sus principios éticos y circunstancias sociales, ¿quiero que nazca esa criatura? Mi respuesta a ese dilema es clara: si la madre quiere abortar debe poder hacerlo legal y gratuitamente; si, por el contrario, la madre quiere tener ese hijo debe también poder hacerlo con todo el apoyo de nuestro sistema de salud y ayudas sociales.

Supongamos que creemos que Dios ha creado este mundo y que las leyes de la naturaleza responden a su designio y no al azar y las leyes de la biología. Si esto es así, ese niño con graves malformaciones, cuando naciera, tendría unas posibilidades nulas de sobrevivir. Solamente los avances de la medicina y de la sociedad en su conjunto harían posible que ese niño sobreviviese aunque con una calidad de vida probablemente muy precaria. Las leyes de la naturaleza escritas por Dios no habrían permitido que esa criatura sobreviviese. Las mismas leyes, a veces, provocan abortos de forma espontánea cuando hay graves problemas en la madre o en el no nacido.

Nunca me gustó el estilo seudoprogre del señor Gallardón y su ambigüedad controlada. Ahora, como ministro, se está destapando el verdadero personaje, el inquisidor que quiere imponer su código moral a los demás, que piensa que se puede jugar con la ley del aborto como con la reforma de la Administración de la justicia. Señor Gallardón, ¿por qué quiere usted imponer su moral a la madre que ha decidido abortar?, ¿quién es usted para imponer sus creencias a los ciudadanos?, ¿cómo se atreve a obligar a las mujeres a tener hijos con malformaciones graves incurables cuando además, con la amable ayuda de los mercados, se están cargando la ley de dependencia?, ¿quién cuidará a ese niño cuando falten sus padres? Y si usted es un hombre católico, ¿cómo osa interpretar los designios divinos?; ¿dijo Jesús algo sobre este tema o, por ejemplo, sobre el uso del preservativo?, ¿sabe usted lo que pasa por la mente de una persona con parálisis cerebral? Y, en el caso de que tuviese consciencia, ¿sabe usted lo que desearía hacer con su vida?

Creo que la sociedad tiene la obligación de prestar la mejor atención sanitaria a todos los ciudadanos y promover la investigación para que cada vez más enfermedades graves incurables se puedan tratar o curar. Desde un punto de vista ético, los representantes de los ciudadanos no tienen derecho a obligar a unas personas a tener un hijo que no desean y condenarlas a ser infelices toda su vida. Si unos padres quieren asumir la responsabilidad y el sacrificio de cuidar a un niño con una grave enfermedad incurable, por supuesto, que lo hagan; hay que respetar la libertad de unos y otros.

A diferencia suya, señor Gallardón, yo nunca le obligaría a realizar actos contrarios a sus convicciones morales o contra su libertad de elección. Querer imponer su ideología en temas de esta índole, señor Gallardón, es la inquisición trasladada al siglo XXI.