Hombres (y política) de Estado

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera EN ROMÁN PALADINO

OPINIÓN

25 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Hace diez años, cuando regresé definitivamente a mi Galicia, tras doce años asumiendo riesgos y responsabilidades públicas en Euskadi, en una entrevista de este mismo diario dije que sentía una profunda devoción por dos personajes. Uno, ya desaparecido: don Manuel Azaña. Otro, felizmente activo: don Felipe González. Aquello era políticamente incorrecto. Había que hacerle la pelota a don Manuel (Fraga). Mandaron emisarios con mis declaraciones a mis excompañeros del Gobierno foral de Álava, quejándose de mi «deslealtad».

Ahora, en plena galerna, vuelvo a sentir que estamos en manos de malos patrones. No nos sacan del centro de problema y nos hunden cada día más, como españoles y europeos, hasta el punto de maldecir la hora en que cambiamos la economía de nuestra peseta por una ficticia unión monetaria que ha permitido la Europa de los mercaderes.

Me consuelo leyendo las declaraciones de Felipe González. Qué buen vasallo si hubiera buen señor. Su categoría y su visión del estado del desastre es un ejemplo que marca las distancias entre buenos y malos administradores de soberanía y economía.

«Vamos a la deriva como españoles y como europeos». «Se consiente una intervención de España, a muy bajo precio, sin haber negociado seriamente las condiciones de acceso a una financiación razonable». «El BCE, que ahora ni está ni se le espera, alimentó con su política crediticia el incendio que ahora sufrimos». «Hay un desplazamiento del poder real de los miembros de la democracia representativa a los centros de decisión financiera».

Evidentemente, para salir del pozo hacen falta algunas condiciones. Elegir el camino que conduce a la superficie. Es tanto como un modelo económico de crecimiento. Desgraciadamente, se ha optado por lo contrario: medidas que ahogan la capacidad de consumo de la clase media y promueven la huida de los capitales lejos de España.

Ante problemas de Estado, es imprescindible política de consenso de Estado. No vale con esgrimir la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Ya se está viendo que, en la calle, incluso los que votaron el cambio están indignados.

Hace falta exigir en Europa un trato digno y eficiente. El rescate que le conviene a la UE liderada por Alemania es la ruina para los países del Sur. No es en un escenario solo de gastos innecesarios, debemos promover ingresos para salir adelante.