Conducir mal mata

Ramón Irigoyen
Ramón Irigoyen AL DÍA

OPINIÓN

23 abr 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

M e habría gustado titular este artículo «Prudencia y solidaridad», dos virtudes que la Dirección General de Tráfico (DGT) ha recomendado a los conductores en su última campaña publicitaria. El eslogan que recordaba estas virtudes ha calado hondo en mí porque, cuando conduzco, me digo con relativa frecuencia: «prudencia y solidaridad», que «lo importante es llegar», otro buen eslogan de la DGT de hace ya algún año y que también se ha grabado en mi memoria. ¿Y por qué no he titulado así el artículo?: porque, del mismo modo que, si un lector/a ve en un título la palabra sexo se anima y lee ese artículo -yo, desde luego, si veo esa palabra mágica siempre leo ese artículo y casi nunca me defrauda-; si ve escrita la palabra prudencia, que es una de las cuatro virtudes cardinales griegas que luego heredó el cristianismo, salvo que el lector sea un obispo, siente al instante una ola sahariana de sopor y, por supuesto, se salta ese artículo y, ya de paso, todos los artículos incluidos en esa página. Hace 80 años Luis Cernuda, uno de mis cinco poetas preferidos, escribió en He venido para ver, uno de los poemas más bellos de cualquier literatura, estos versitos malévolos: «? las virtudes / de color amarillo ya caduco». Las virtudes, pues, están desprestigiadas. Mi título deseado y no escrito lo he sustituido por «Conducir mal mata». Y así es. La mayoría de las muertes en carretera se producen por imprudencias y por el más tarado egoísmo de los conductores.