Seis millones de dólares. Diez semanas de rodaje. Al Pacino no iba a hacer de Michael, el hijo que se queda al mando de todo y de todos. Marlon Brando tuvo que humillarse y hacer una prueba para conseguir el papel de Vito Corleone. Se puso dos bolas de algodón dentro de la boca y arrasó. Y se llevó uno de los tres óscares que obtuvo El Padrino, que cumplió esta semana cuarenta espléndidos años. Es un monumento a contar historias. Coppola no lo pudo hacer mejor. Puro ADN italoamericano, familia y negocios. La película está llena de guiños, de frases, de aciertos. Cada vez que se ve una naranja hay una muerte. A Coppola le pesaba El Padrino. Y Mario Puzo, el padre de la novela, tampoco tenía ganas de escribir la historia. Y ganó dos óscares como guionista con las adaptaciones al cine, estuvo 67 semanas en la lista de los más vendidos y se hizo multimillonario. Un poco como en Casablanca, todo parece fruto de la suma de casualidades. Como si las obras maestras coqueteasen de forma abierta con la improvisación. Así se entra en la lotería de la historia. «Le haré una oferta que no podrá rechazar». «Ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos». Y la música de Nino Rota.