Mucho populismo, algo de oportunismo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

27 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Si les hubieran encargado la reforma de la Justicia a los padres de Marta del Castillo, de Mariluz Cortés o a la madre de Sandra Palop, con toda seguridad hubieran propuesto lo siguiente: que se endurezca la Ley del Menor, que se establezca la cadena perpetua y, metidos en cambios, que se prohíba abortar a menores sin autorización paterna. Si se contemplan las peticiones de la familia de Marta y su entorno, se pueden resumir en dos: que no haya un juicio distinto para menores y mayores autores de delitos y que se vuelva a la cadena perpetua. Estos son también los grandes perfiles de las ambiciosas reformas que presentó el ministro Ruiz-Gallardón.

Lo subrayo, de entrada, como elogio al Gobierno: estamos ante un equipo hiperactivo que va a ponerlo todo patas arriba, como si tratara de demoler lo que hizo Felipe González y lo que hizo o deshizo Zapatero. El Partido Popular sabe muy bien que el deterioro socialista no se debió solo a la gestión de la crisis económica, sino a falsas ideas progresistas como autorizar que una niña de 16 años, que no puede comprar tabaco ni una botella de ginebra, pueda en cambio abortar sin permiso de sus padres. Toda la sociedad irritada por eso encuentra ahora en Ruiz-Gallardón un auténtico valedor.

Amplío el elogio: estamos ante un equipo que escucha las peticiones de la gente y procura actuar en los aspectos que provocan alarma social. Rajoy cumple lo prometido al padre de Mariluz Cortés, al que cedió una asesoría antes de implicarse en un episodio de violencia con tiros, y le prometió la cadena perpetua revisable. Ahora la llaman prisión permanente, pero es un eufemismo, porque en España la cadena perpetua está cargada de franquismo y de memoria de otros períodos autoritarios. Y, finalmente, se muestra sensible a la eterna protesta contra esa parte del Consejo del Poder Judicial que vota como si obedeciera a disciplina de partido, tiñe de partidismo el gobierno de los jueces y, efectivamente, transmite la idea de desaparición de la división de poderes.

Estos reconocimientos no impiden una crítica: por todo lo dicho, las reformas serán bien acogidas, pero están teñidas de populismo y algo de oportunismo. Rectifico: son populistas a más no poder. Están hechas al calor de los últimos episodios judiciales. Las que afectan al Código Penal están inspiradas en dos o tres casos. La que afecta al Poder Judicial no tendrá consenso porque toca al reparto de poder. El atasco de los juzgados solo se afronta con el copago. Y, por lo demás, algún día habrá que detener esta fiebre: puntales como la Justicia y valores como los códigos no pueden depender de cada cambio de Gobierno. Por mucho que los ministros necesiten pasar a la historia.