Choque de trenes entre Salgado y De Guindos

OPINIÓN

28 mar 2012 . Actualizado a las 23:51 h.

S i las previsiones de déficit para el 2011 se han desviado en dos puntos, del 6 al 8 %, estamos ante una espeluznante noticia. Porque vamos a sufrir ajustes épicos (8.900 millones hasta abril), porque no podremos estar en el núcleo duro de la nueva UE, y porque las consecuencias laborales y sociales de los recortes nos van a meter en tensiones difíciles de soportar. Por eso hay que establecer cuanto antes cuál de los dos Gobiernos miente. Porque puede ser el de Zapatero, que hizo los cálculos del 2011 y nos dijo que estábamos cerrando el año al borde del 6 %, o puede ser el de Rajoy, que habiendo heredado unas cuentas razonables, intenta aprovechar las rentas del desastre.

La mayoría de los ciudadanos creerá que miente Zapatero, que era aquel señor de León que tenía la culpa de todo. Pero a mí, que soy un retorcido, no me cuadra. Porque no veo ninguna razón para mentir en quien ya ha perdido el poder, las elecciones, su partido y sus amigos, y en quien sabe -¡sobre todo!- que le van a descubrir el gazapo en la primera semana. Así que esta primera hipótesis, que afecta a un sospechoso de libro, carece de móvil y no parece sostenible. La otra posibilidad, que hace mentiroso al Gobierno Rajoy, no le cabe en la cabeza a nadie -el 99,99 % de los ciudadanos la rechazaría de plano-, porque aún parece más huérfana de móvil que la anterior. Pero aquí estoy yo -politólogo, y viejo conocedor de enredos palaciegos- para decirles que no se precipiten en el descarte, porque por el cine sabemos que el que parece bueno casi siempre es malo, y que el que ofrece más indicios de ser el criminal nunca lo es.

Que el PP iba a discutir las cuentas de Zapatero era una evidencia, porque, además de haber preparado el terreno para tal operación, ya la ensayó con descaro en muchos ayuntamientos y comunidades que no gobernaba. Y que esas discusiones están preñadas de errores de bulto que son imposibles de aclarar también es cosa probada, ya que ni siquiera De Cospedal sintió la obligación de ponerse colorada ante las confusiones de concepto que utilizó para despellejar a Barreda. Por eso no es imposible que Luis de Guindos se haya hecho esta sutil composición: si en vez de reconocer que el déficit está en el entorno del 6 lo elevo hasta el 8 %, antes incluso de tomar las primeras decisiones y de hacer un sesudo repaso de la contabilidad del Estado, nadie podrá probar lo contrario, tomaré con facilidad y extensión cualquier medida que necesite adoptar, echaré a Zapatero la culpa de todos los males de mi arrancada y, cuando al final del 2012 consiga bajarlo todo al 4 %, miraré por encima del hombro al mismísimo Hayek.

Yo no sé cual de las dos hipótesis es verdad, y, como ustedes pueden ver, ni quito ni pongo rey. Pero Elena Salgado no tenía móvil para mentir, y Luis de Guindos sí. Feliz año 2012.