Coalición pequeña, infierno grande

| ROBERTO L. BLANCO VALDÉS |

OPINIÓN

14 jun 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

PROYECTARON en la tele hace unos días una película clásica que debería darse en todas las escuelas: La jauría humana. Aunque el tema central de la maravillosa cinta de Arthur Penn es el enfrentamiento entre la barbarie que representa una masa encendida por el odio, que intenta linchar a un delincuente, y la justicia personificada por el sheriff (un inmenso Marlon Brando) que trata de evitar el linchamiento, el telón de fondo, sin el que la trama carecería de sentido, es el de la vida asfixiante, llena de envidias y rencores, del pequeño pueblo del sur estadounidense donde en los años sesenta transcurre la película. Y es que ya se sabe: pueblo pequeño, infierno grande. Los estadísticos o los físicos suelen explicar hasta qué punto el tamaño determina muchas de las leyes aplicables en sus campos profesionales respectivos. Pero el tamaño es también muy importante en la política. De hecho, en política cabe hacer cosas a pequeña escala que a gran escala resultarían muy difíciles (la democracia asamblearia, por ejemplo), pero cabe también todo lo contrario: así acontece, sin ir más lejos, con las coaliciones de gobierno. Por eso, porque lo que consigue marchar, aun a trancas y barrancas, con ciertas dimensiones puede ser un horror si se reduce su tamaño, es por lo que sería un disparate que a los municipios que desde mañana serán cogobernados por el PSdeG y el BNG se les aplicase la plantilla de la Xunta bipartita. Por decirlo sin tapujos: si lo que pretenden los nacionalistas es que sus nuevos tenientes de alcalde sean como otros tantos Anxos Quintanas de dimensión municipal, estamos aviados. Aviados, sí, porque el compromiso a palos con que han pretendido bloquearse las constantes fricciones en la Xunta entre los dos socios que la gobiernan actualmente -la reducción de los puntos de choque mediante el deslinde de dos claros polos de poder- es de casi imposible aplicación municipal, un ámbito donde la estructura de gobierno está fuertemente presidencializada y donde las esferas de gestión guardan muy estrecha relación. Que nadie se engañe, por lo tanto. Ha sido posible de momento, aunque nada funcional, que la parte de la Xunta controlada por el Bloque actúe como una Xunta bis en relación con la que controla el Partido Socialista. Pero ni por dimensión, ni por complejidad administrativa, un ayuntamiento es un Gobierno regional. Por ello, tratar a la brava de extender ese esquema de la Xunta a los nuevos ayuntamientos nacionalistas-socialistas será, seguro, constituirlos con un certificado previo de fracaso. Un fracaso, no se olvide, que pagaríamos todos los vecinos.