De Galicia al Norte y a Europa

| GONZALO OCAMPO |

OPINIÓN

24 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

DESDE cualquier punto del occidente de Asturias colindante a la carretera N-634, de Irún a Santiago, podrán observarse tanto la complejidad como la intensidad de la circulación que interrelaciona a nuestra comunidad con pueblos y gentes de más arriba de la Meseta castellana. Hoy, los tramos asturianos de la Transcantábrica avanzan sin desmayos. Uno de los dos grandes obstáculos de la autovía, que era la travesía de Navia, ha sido ya salvado por una variante de más de seis kilómetros que evita importantes retenciones, en tanto que la otra dificultad, la de Soto del Barco, tiene ya contados sus días como tal. Por lo demás, es notorio que las obras son intensas en los tramos de Avilés-Valdés-Navia, para que en pocos meses se haga realidad la autovía del Norte desde la frontera franco-española hasta el límite occidental de Asturias con Galicia, en Ribadeo. Cabe advertir entonces que, en el estado actual de la Transcantábrica, casi todo está consumado, con la excepción gallega. Todavía ahora comienzan a moverse tierras en algunos puntos, tras haber sido postreros en previsiones de obras, al tiempo que la inseguridad vial era patente en definidos tramos de la carretera N-634. Hallarían justificación acciones de urgencia, febriles, capaces de disminuir cifras de accidentalidad tan significativas como las que se advierten en Mondoñedo, Abadín o Vilalba. Si de fluidez se tratase, basta notar la incapacidad del camino entre Vilalba y Ribadeo, itinerario único para la circulación de vehículos pesados y de vehículos ligeros, que encontrará obstáculo inevitable en la intersección de Cruz do Lobo. Antes ya, el mapa de España de autovías había dejado para el final las dos gallegas, la del Norte y la de las Rías Baixas, cuando tantas desventuras del tráfico habrían de priorizarlas. Lo que vemos al día de hoy es la historia que se repite, como un viejo maleficio.