Del fuego a los accidentes de tráfico

| GONZALO OCAMPO |

OPINIÓN

18 ago 2006 . Actualizado a las 07:00 h.

LA LLUVIA, a la que casi siempre se llamó benéfica -y mirando a Galicia nunca mejor que ahora- ha terminado por agotar los devastadores incendios forestales de días pasados. En otro orden, no se han agotado, pero si parece que hayan decrecido los accidentes mortales de tráfico. No deja entonces de resultar tan trágico como curioso que una y otra forma de agresión -a la naturaleza, a las personas- se hayan relacionado entre sí tan intensamente como para que la muerte de dos personas en un determinado accidente de tráfico haya sido causado por el fuego devorador, que cercó literalmente al automóvil en que viajaban. Es un episodio singular en el catálogo de siniestros de tráfico, muestra de fuerza que cerca carreteras, hasta hacer de ellas trampas mortales. De todos modos no podemos evitar aquí la referencia a noticias genéricas, de agencias, cuando destacan que «las muertes en las carreteras españolas han descendido al cabo de los primeros catorce días de agosto en un 27%», con lo que resulta que en ese lapso de tiempo han perdido 112 personas, 42 menos que en igual período del pasado año. No estamos ante una buena noticia aunque se pretenda transmitir que la circulación de vehículos transcurre ahora más serena y sosegadamente. Saber que en pocos días algo más de un centenar se seres humanos se han dejado la vida en las carreteras no será nunca alentador, ni siquiera estadísticamente. No debemos admitir que el clima en el tráfico haya de medirse en cuotas de muerte. El derecho de la circulación fija cánones para que el tráfico transcurra en armonía y equilibrio constantes. ¿Somos incapaces de adecuar nuestras conductas a las normas de comportamiento que marcan la pauta de las normas de circulación? No, no es una cuestión de incapacidades, simplemente ocurre que «algunos subestiman ciertas normas de la vida social, por ejemplo las referentes a la higiene o a las normas de circulación sin preocuparse de que su descuido pone en peligro la vida propia y la vida del prójimo», entrecomillado éste que corresponde al documento Gaudium et Spes .