Portavoz de la inquietud social

| FERNANDO ÓNEGA |

OPINIÓN

10 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

AYER viví una jornada emocionante: la entrega del premio Fernández Latorre en la sede de La Voz de Galicia. Emocionante, por la fuerza de convocatoria de un periódico: allí estaba toda la Galicia que decide, de todos los signos políticos, y también la sociedad civil. Emocionante por los gestos: en la misma mesa estaban don Manuel Fraga, que dejó la presidencia de la Xunta hace poco más de tres meses, y el político que le arrebató el puesto en las urnas, el presidente Pérez Touriño. Y emocionante por el trabajo premiado: un reportaje sobre un siglo de Galicia, coleccionable, que ya figura en las bibliotecas de los lectores del diario. Ahí está la memoria de nuestros padres y la nuestra. Fue, por tanto, un encuentro entre la historia, las gentes que hacen la actualidad y el medio que la cuenta y analiza con la urgencia del día. El gran sentido de la cita lo aportó el premiado, Ramón Villares: «Es imprescindible tener memoria de nosotros para ser una sociedad madura». Y añadió el presidente del Grupo Voz, Santiago Rey: «Sin memoria, ni siquiera es posible la conciencia ética». Año tras año, los asistentes esperamos un momento culminante: el momento en que Santiago Rey se levanta de su mesa, se acerca al micrófono y pronuncia un breve discurso. Es, por tradición, el discurso auténtico sobre el estado de la nación. Unas veces, ilusionado por los proyectos. Otras, indignado por la marginación gallega. Casi siempre, una mezcla de ilusión e indignación, que esos son los sentimientos que provoca la realidad. Y siempre, una actitud valiente, porque Santiago Rey no se oculta: dice las cosas a cara descubierta, delante de los responsables de la situación. Es el discurso de la libertad. Pido disculpas por la expresión que acabo de utilizar. Es muy tópica para el editor que constantemente empuja, conmina, a sus redacciones a usar su libertad de informar y opinar. Lo que hemos visto de verdad en sus palabras ha sido a un portavoz de la sociedad civil. Un portavoz doliente, cuando se asoma a Galicia y detecta «demasiadas similitudes con el colonialismo». Un portavoz exigente, que levanta su protesta contra las «trampas del nacionalismo burgués» y las acciones políticas que sólo actúan sobre el cálculo de votos. Un portavoz de la esperanza, que convoca a los jóvenes al relevo; a la sociedad entera a confiar en sus políticos y a participar; a los agentes sociales a competir. Y un portavoz liberal, que invita a dejar de mirar al Estado y asumir la responsabilidad personal. Sólo puedo añadir: atención, políticos, así piensa la sociedad. Si me lo permiten, la buena sociedad; la situada lejos de los otros peligros que intuye Santiago Rey: el pasotismo y el fanatismo.