Salvados por Torrente

| LUIS VENTOSO |

OPINIÓN

12 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

HACE AÑOS nos admiraba la solvencia de series de importación como El show de Bill Cosby, Poldark, Friends, Doctor en Alaska o Falcon Crest . Sin entrar en valores artísticos-académicos, nos impactaba su profesionalidad, el acabado técnico, la eficacia implacable de sus diálogos. Semejaba un nivel inalcanzable para las televisiones españolas, y más aun para la incipiente TVG. ¿Por qué eran tan buenas aquellas teleseries? Pues porque peleaban en el libre mercado: sus empresas tenían que ganarse el favor del público en un entorno de rivalidad feroz. Tras llegar el pluralismo al negocio televisivo español se descubrió que aquí también había ideas, realizadores y actores. La propia Galicia creó factorías televisivas capaces de conectar con el gran público. Y así, tuvimos nuestro Doctor en Alaska (Mareas Vivas) , nuestro pequeño Falcon Crest (Rías Baixas) o nuestro Friends enxebre (Pratos Combinados) . En televisión, lo que no gusta, vuela. Da igual que venga avalado por gurús mediáticos y comités culturales (ahí está, por ejemplo, la fulminante eliminación en TVE del venerado Gran Wyoming). El cine español vive de espaldas al mercado. Unos intangibles valores culturales propician que directores como Saura, Gutiérrez Aragón o Camus rueden con puntualidad (y con la pertinente subvención) para luego despeñarse sistemáticamente en taquilla. El gran público tiene gusto. La calidad -auténtica- atrae. El Quijote fue un éxito en vida de Cervantes. Shakespeare tenía que llenar el Globe para poder vivir de sus dramas y comedias. ¿Por qué empecinarse en que Saura, Camus y Gutiérrez Aragón son excelsos cuando no logran interesar desde hace lustros? El pasado 4 de octubre el director gallego Juan Pinzás estrenó en Santiago su película El desenlace , que cerraba una trilogía de este artista bajo las premisas del Dogma de Lars Von Trier. El filme de Pinzás fue muy celebrado en festivales de Moscú y Nueva York. En Santiago, el alcalde y la conselleira de Cultura asistieron al preestreno, que contó con los apoyos de la Secretaría Xeral de Comunicación y de la Fundación Caixa Galicia. Lo que nadie les va a contar es el final de la historia: el pasado fin de semana se estrenó El desenlace en salas comerciales con 14 copias; de viernes a domingo, reunió 584 espectadores y recaudó menos de 3.000 euros. En las bases de datos estatales se puede consultar cuántos espectadores ven cada película. Por ejemplo, la excelente Mar adentro , rodada en Galicia, tuvo 4 millones de espectadores. Más filmes: La lengua de las mariposas la vieron 1,1 millones. El lápiz del carpintero , 171.325. La vida que te espera, obra de Gutiérrez Aragón con subvención de la Xunta: 167.757. Romasanta , filme de la factoría Filmax con Elsa Pataky: 89.090. La moños, el comentado debut en el cine de Adolfo Domínguez: 31.641 espectadores. Dame lume , del reincidente Héctor Carré: 3.908 personas. Todas esas películas fueron saludadas en su día como germen de un bum del audiovisual gallego. Al magnífico cine español le va a salvar la cara este año... Torrente 3 . ¿Deplorable película? Seguramente. Pero quizá es más deplorable que el Estado siga sufragando el autismo fílmico de una docena de acrisolados maestros. El milagro de las teleseries puede repetirse en el cine. Galicia es un hervidero de ideas y pronto aparecerá nuestro Amenábar. Pero mientras tanto no podemos pretender que el público se aburra por patriotismo. Hollywood nos pone zancadillas infames, es verdad. Pero por ahora no nos obliga a filmar bodrios, ni ladrillos bienpensantes, ni tampoco nos presiona para que cada año rodemos seis películas sobre la Guerra Civil.