Brando

La Voz

OPINIÓN

CARLOS G. REIGOSA

04 jul 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

SALVAJE Marlon Brando. Había dicho de James Dean, cuando éste se mató en un accidente de tráfico a los 24 años, que la muerte había interrumpido la carrera de un gran actor para dar origen a un mito. Poco imaginaba entonces que, a pesar de vivir muchos años más y de haberse autodestruido hasta la desfiguración física, a él le iba a ocurrir lo mismo. Un año después de dejar este mundo, el éxito de una subasta de sus efectos personales ha dejado claro que el «mito Brando» ya está entre nosotros, dispuesto a quedarse y a crecer año tras año. Sus películas Un tranvía llamado deseo, La ley del silencio, Salvaje, Viva Zapata y su inolvidable interpretación de Vito Corleone en El padrino ya son obras de culto. En todas ellas se explaya su energía de inadaptado, pero también la vulnerabilidad del ser sensible y atormentado que era. Sus desmanes contra sí mismo, con ser muchos, no pudieron con el icono que se acrisolaba en su interior. Se aisló de la sociedad, engordó hasta convertir su figura en un orondo paréntesis, llevó sus caprichos hasta la exasperación de directores y productores, y convirtió su vida familiar en un desastre. Todo en vano. El salvaje Brando ya se había incorporado a nuestra mitología. Y ahí sigue creciendo. Imparable.