SUPONGO que después de la carta a Patxi López, recriminando su comportamiento con María San Gil, misiva en la que aparecía Fernando Savater entre los firmantes, cualquier aproximación a la figura del admirado filósofo se considerará contaminada. Habrá docenas de progres sobrevenidos dispuestos a repartir carnets de simpatizantes del PP, o de Le Pen, como dice Paco Vázquez en alusión a un Mariano Rajoy que personalmente me gusta cada día menos, pero no hasta el extremo de colocarle al lado de la francesada superderechona. Savater nos merece el mismo respeto hace un año, anteayer y hoy mismo. Al filósofo le ocurre, según sus manifestaciones, lo que nos debe pasar a muchos españoles. Estamos perplejos. Ve que la moción socialista debatida ayer en el Congreso debe tener gato encerrado. ¿Qué puede representar, si no, la autorización al Gobierno para unas maniobras que parecerían positivas a cualquiera, como son sentarse con los terroristas al decaer las armas y sin pagos políticos? Algo tan obvio... Cabe sospechar que alguna significación tuvo el silencio de Zapatero en Santiago, ante las bombas que amedrentaban a empresarios el domingo, y luego las declaraciones de Pepe Blanco, satisfecho y dispuesto a todo porque la banda terrorista lleva dos años sin matar... O ETA deja cualquier acción o tendremos que sostener que hay violencia. ¿O vamos a tener que recurrir a los forenses para determinar si el grado de daño que haga la bestia suelta aconseja o no charlar con ellos? De asesinatos para abajo, ¿vale todo? No lo ha dicho Fernando Savater, al menos en la versión de las declaraciones que yo conozco, pero parece que toda la operación en torno a ETA tiene precedentes que en su día no podíamos creer. Quizá el primero, dejar hacer en el asunto del PCTV. Y si entonces cabe que nos mintieran, con justificaciones de pruebas insuficientes, ¿por qué vamos a tener confianza ahora, por qué nos vamos a fiar de que los próximos pasos serán sólo los del guión parlamentario?