Pérez Reverte y los insultos

OPINIÓN

29 mar 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

LAS ÚLTIMAS novelas de Arturo Pérez Reverte me están desilusionando profundamente. Acabo de finalizar, a duras penas, la lectura de Cabo Trafalgar . Estuve casi a punto de dejarla, pero aguanté estoicamente hasta el final. No queda casi rastro de aquella maestría exhibida en La Tabla de Flandes o El Club Dumas, por no hablar de los cinco títulos del Capitán Alatriste. Y es que escribir por obligación contractual no es sano para la creatividad y el estilo; las musas no entienden de plazos. Me consta que no soy el único que opina esto. Pero lo que motiva esta columna de opinión es algo mucho más serio. De todos es conocida la afición de Reverte a los insultos; la verdad es que nuestra lengua le facilita notablemente el gusto. Lo malo es que nuestro autor no se pare a pensar en lo que algunos insultos significan. Así, ya había utilizado una vez la palabra subnormal y dos veces la expresión «retrasado mental» como insulto fuerte en La carta esférica . Ahora, vuelve a la carga, y en su última publicación utiliza retrasado mental una vez y subnormal dos veces. Su uso por un literato tan famoso contribuye a perpetuar la larga marginación de las personas con discapacidad intelectual. Es curioso, no he encontrado en sus novelas un uso inadecuado de la palabra homosexual, ¿será porque estos pueden protestar y dejar de comprar sus libros y aquellos no? Resulta a todas luces evidente que nuestra sociedad -y Pérez Reverte sobre todo- no tiene en mucha consideración a aquellos sujetos que presentan un funcionamiento intelectual inferior a la media, pues el mismo término que utiliza para referirse a esta situación natural -y de la que la persona no tiene responsabilidad alguna- lo usa para denigrar. La persona con discapacidad intelectual es mirada en la práctica y tratada como un sub-humano. A veces, simplemente, no es mirada. La estructura personal no es un andamiaje férreo e incólume a la erosión sino muy débil, y necesita constantes refuerzos para subsistir y para desarrollarse íntegramente. Que unos sean más vulnerables que otros no quiere decir nada en su contra, pues todos hemos sido vulnerables en el seno materno y volveremos a serlo antes o después. Quienes escriben tienen una responsabilidad muy grande con la sociedad, porque con sus obras contribuyen a generar y/o mantener valores y corrientes culturales. Tanto mayor es esa responsabilidad cuanto mayor es la fama.