Guerracivilismo (Carta a mi otro yo nacionalista)

| JUAN JOSÉ R. CALAZA |

OPINIÓN

24 ene 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

MI OTRO YO me fomenta, haciéndome y deshaciéndome como el centro de una mentira. Es cosa notable, que tomo de su agenda, las citas a las que no acudo, adúlteras de amigo y pringosas de desafecto. Como un camionero que entre Barcelona y Orense traiciona a su mujer dieciocho veces porque tiene cegados los faros del alma. Empieza en «El conejo dorado» y termina en «Sangre». Esos antros no figuran en la Guía Michelin: los camioneros preferimos la discreción. Yo también estoy ciego, de pasión patriótica, señal indicativa de que todo va, finalmente, mal. Era de esperar. Por eso, a ti, Abel, mi otro yo, desde aquí Caín te escribe. Soplaba un viento ruin cuando decidimos entrar en guerra. Desde entonces te busco por las encrucijadas de la vida pero hasta ahora sólo noto tu presencia por algún que otro esputo que el viento me trae: «Caín es un fascista». Siempre es mejor que un tiro en la nuca aunque también hiere. Con todo, valiéndome de la memoria, de las matemáticas y de cierta mala baba propia a mi maldita naturaleza cainita puedo afirmar que las cuentas no me salen. Señal más segura de que algún día vamos a terminar ajustándonoslas no puede haber. Pero si los hombres fueran otros la vida no tendría este gusto. Por culpa de aquel viento ruin -permíteme, Abel, que le endose cobardemente a los elementos la culpa de mi derrota- naufragaron todas las verdades y ni siquiera flotaron las más livianas mentiras. Era asimismo de esperar. Lo diré sinceramente: yo a ti tampoco te entiendo. De discursos muy livianos, como los que practicamos ambos desde nuestros respectivos nacionalismos, se pueden obtener alocuciones graves, cantamañanadas densas y regüeldos pesados. Y a los discursos muy flacos es fácil añadirles mucha sustancia, como el avecrem a la sopa de la mili. Pero si no son muy entretenidos, tipo bacanal, se les cae la máscara a la primera de cambio. Es decir, hacen de un tonto un hombre de letras. A veces, debe ser el avecrem , hasta una sopa de letras. Ya ves, Abel, al cabo venimos a parar en el amargo mar del conflicto fratricida perdiendo aceite por las entendederas que da gusto. Como mi camión, que en un tiempo fue de ambos. Espero que algún día me expliques si puedes dormir sin remordimientos subvencionado por el Estado español (bien sé que yo, españolista cainita, carezco de vergüenza, pero tú, que eres un revolucionario...). Vivís subvencionados, o eso me parece, por obra y gracia del horroroso centralismo neofranquista que os deja el poso letal de la protección paternofilial por ordenanza y con motorista. Quiero decir, tú con otros muchos más sois funcionarios bajo la tierna protección del Estado español -sí, sí, las Autonomías son Estado- que cada mes te lleva, os lleva, puntualmente el sobre a casa. ¡Qué crueles son los españoles! Todo de rebajas gracias a una oposición tercermundista aunque fuese en Chandevirito. El orgullo me pierde: empecé bien y termino mejor. En fin, te informo que en Aragón, lo que los extranjeros llaman la buena España, entre «El conejo de oro» y «Sangre», muy cerca del frente del Ebro, el camión sufrió un reventón, y con el susto me invadió alegre silbido de avispas metálicas, ¿o serían balas?, untándome cual mantequilla las heridas del alma. Y a cada instante, zozobrando en la abyección, deseé hundirme en el abismo del placer cainita guerracivilista. Devórame ya. O si no, ¿cuándo quieres que empecemos? Maldito viento ruin. Tuyo, Caín.