Revolución homosexual

| JOSÉ RAMÓN AMOR PAN |

OPINIÓN

PILAR CANICOBA

05 ene 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

CUANDO se escriba la Historia del siglo XX, se subrayará como una de sus características más significativas la revolución sexual. Iniciada en los años 60, sus causas principales fueron la aparición de los anticonceptivos (que permitieron disociar sexualidad y reproducción) y las investigaciones de las ciencias humanas (que permitieron un mejor conocimiento de la sexualidad humana, menos cargado de tabúes y prejuicios injustificados). En este contexto debe situarse la revolución homosexual: en un clima de mayor libertad y tolerancia, las personas homosexuales han aparecido ante la opinión pública y comienzan a afirmar su condición, algo insospechado hace pocos años, cuando se hablaba de ellas en términos de patología psiquiátrica. Estamos hablando de un hecho que afecta a más de un 5 por ciento de la población. La homosexualidad no es un capricho ni una moda. ¿Por qué tiene que ser, pues, un tema problemático? Lo que está en juego son personas de carne y hueso, hijos e hijas de Dios, que se han encontrado en su vida con una orientación que ellos no han elegido y que desean vivir un proyecto de vida personal, en donde siempre la sexualidad y la afectividad juegan un papel trascendente. Si esto es así, ¿cómo hablar de pecado contra natura? El ser consecuentes con la realidad nos exige un replanteamiento de la actitud hacia la homosexualidad: el ostracismo no es una alternativa válida, como tampoco lo es la tolerancia más o menos paternalista que todo lo permite. Lo fundamental radica en la afirmación de que tanto los homosexuales como los heterosexuales tienen que realizar un adecuado camino de maduración y desarrollo personal. Me preocupa que ciertos hombres de Iglesia alcen la voz y los cánones de manera simplista y con poca unción, con descontrol de conceptos y añoranzas de antiguas cristiandades. La Historia muestra cómo determinadas posturas de la Iglesia se han ido modificando a lo largo de los siglos. La sexualidad constituye una asignatura pendiente. No necesito que nadie me recuerde que carezco de la competencia y, por supuesto, de la autoridad para dar una respuesta clara a esta temática. Pero no carezco del amor a la Iglesia ni de la fe en la asistencia del Espíritu Santo como para no desear que se abra un debate franco, leal y comprensivo hacia un problema que afecta al núcleo de muchas personas, creadas por el buen Dios del amor y de la vida.