Una bioética sexy y otra aburrida

OPINIÓN

10 nov 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

TOMO LA expresión de Florencia Luna, presidenta de la International Association of Bioethics. Los problemas sexy son los derivados de la reproducción asistida, el proyecto genoma humano y la ingeniería genética. Son cuestiones que seducen inmediatamente, inmersas en el hechizo de lo nuevo y la fascinación del poder. No sucede lo mismo con los otros problemas, como la relación médico-paciente, el consentimiento informado, la seguridad de los medicamentos, la distribución de recursos y los comités de ética: no son cuestiones rimbombantes sino aburridas, comunes, cotidianas; eternas dificultades que hablan de equidad, honradez, relaciones personales, capacidad de sacrificio. Los prejuicios, el cálculo egoísta, el afán de poder y notoriedad social, así como los intereses partidistas intervienen en buena medida en nuestra manera de encarar los unos y los otros, de dar más protagonismo a unas cuestiones que a otras. Es éste un hecho que solemos olvidar cada vez que el fariseísmo o la miopía nos llevan a desenfocar nuestro debate moral. El verdadero científico trabaja en la soledad de su laboratorio, no ante los flashes de los fotógrafos y las cámaras de televisión. Destacar sólo los aspectos positivos de la investigación con células madre de procedencia embrionaria y fascinarse ante sus potenciales logros resulta a todas luces incompleto. La esperanza es buena; las falsas esperanzas, no. Alimentar deliberadamente falsas expectativas en los enfermos es despreciable. Hay muchas líneas de investigación abiertas: las células madre de procedencia embrionaria son una de ellas, y a día de hoy ni siquiera es la más segura. Son muchos los riesgos potenciales, los posibles efectos secundarios negativos, porque los científicos -como siempre que se avanza por un territorio inexplorado- van a ciegas, como han venido a demostrar los impresionantes fracasos de la terapia génica, que en la década pasada nos vendían como la panacea universal. Todas estas técnicas se insertan en un contexto muy complicado, en una Humanidad en donde es moneda corriente la doble moral y la hipocresía. Es verdad que decir que un blastocisto es una persona y su destrucción un asesinato es una aberración terminológica, biológica y antropológica; pero explotar la esperanza de los afligidos por enfermedades terribles con promesas de curaciones cuasi-evangélicas es ir demasiado lejos. La cosa se está poniendo seria.