Viajar me mola

JUAN J. MORALEJO

OPINIÓN

PILAR CANICOBA

27 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LES HE TENIDO a Santa Tecla de vacación por estar invitado a Barcelona, a sembrar la confusión entre los colegas de la Paleohispanística ¡toma palabro ! con tiquismiquis de qué querrán decir Barbanza, Arganzo, Berganzo... lo que queda de un sistema prelatino que desde la excursión de Decio Junio Bruto y sus muchachos empezó a ceder paso ante Fervenza, Arenteiro, Montouto... tal vez sus equivalentes formales y semánticos. Y en Barcelona volví a sentir no tener mejor péñola ¡otro palabro ! que Cervantes para superar su elogio de tan hermosa ciudad. Y seguí viaje a Toulouse porque en su Génie Chimique hace encaje de bolillos mi hija Helena, becada por Erasmo de Rotterdam con cargo a la cuenta de Juan José de Santiago, por citar solamente dos de los humanistas más de moda. En Toulouse mi incultura general bajó una milésima al sorprenderme con la tumba de Santo Tomás de Aquino, un tío agudo donde los haya, pero al que luego sobaron y perdieron las buenas compañías. Y sé lo que digo y yo bien me entiendo. En Toulouse gocé a tope la maravilla románica de Saint Sernin, pero, al igual que antes en Alcobaça, Frómista, Seu Vella de Lleida, etcétera, con negras sombras que mis amigos saben y comparten. Y de Toulouse me fui a Albi, donde lo de menos eran los peces gordos ¿truchas? que se dejan ver desde el puente sobre el Tarn. En Albi lo de más es que a gusto pedirías la jubilación anticipada, si no hubiera dos pegas gordas: 1) que la jubilación es una caca económica y 2) que, aínda por riba, Fulano y Mengano iban a celebrarla en plan buitres. Bueno, si yo pidiera la jubilación anticipada, sería para hacerme el homenaje de irme a vivir al claustro de Saint Salvy, un triángulo de arcos y árboles para amanecer con Esquilo, atardecer con Joyce y anochecer con Cunqueiro, pero ¡mucho ojo! reservando una y otra vez reloj y calendario para el Museo de Toulouse Lautrec, tan rey soberano del dibujo que acabó siendo Tululo III en lo que un alumno zote y catatónico escuchó a profesor de acento andalú. Pero un Tululo III, más que un notario soberano de la movida golfa, parece un vulgar cuñado de Amenofis IV. Cuando Sófocles les hizo cantar y danzar a los varones de Tebas aquello de que «muchos son los prodigios, pero nada haya más prodigioso que el ser humano...», acertó de lleno porque, aunque ya de aquella había gente muy lista y capaz, en cuestión de mano y ojo para el dibujo todavía estaban por nacer Leonardo, Durero, Goya, Picasso... y Toulouse Lautrec, que no se lo explico para no estropearlo. Del folio de hoy quédenseme con que hay que ir a Albi, que en claves bachilleriles, o tempora o mores!, me sonaba por la eterna monserga de los herejes, las cruzadas, las masacres y toda la retahíla de necedad crónica de los buenos (es decir, los de arriba) contra los malos (o sea, los de abajo). Nótese que en estas trécolas el orden de factores altera muy seriamente el producto: si te pones encima, ya eres bueno. He dicho (una voz; ¡Vale, tío!).