Los restauradores vascos y la pasta

| JOSÉ MARÍA CALLEJA |

OPINIÓN

14 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LOS PAPELES de Antza llevan camino de dejar en bonsai los papeles de Súsper , que han permitido la detención de más de doscientos etarras. Ese espíritu basurilla, maniático, controlador hasta lo enfermizo, que caracteriza a los terroristas de la dirección de la banda criminal, es un tesoro en manos de la policía. De momento, después del sartenazo del 3 de octubre, viene la onda expansiva, en forma de detenciones y en incautación de listas de aquéllos que han pagado la extorsión (¡por favor, no le llamemos impuesto, y menos aún, revolucionario!). Todo el mundo debe de saber, a estas alturas del curso, que en la Comunidad Autónoma vasca (CAV) y fuera de ella, son muchos los que pagan la extorsión al grupo terrorista. Algunos lo hacen impulsados por el pánico, otros, de buena gana, como un apoyo a los que consideran bandidos buenos. En los dos casos, el dinero cumple la misma función: sirve para asesinar. Difícilmente se puede criticar a alguien que paga una elevada suma de dinero ante el secuestro de su hijo o de su marido. Pero a los que pagan a los asesinos sin mediar el chantaje insoportable del secuestro de un ser querido, hay que decirles que también ha habido empresarios, y otras gentes, que no han pagado ni un duro a los criminales. En cualquier caso, y por difícil que sea, es preferible que ese dinero se emplee en pagar una escolta antes que en dárselo a quien te puede asesinar, a ti a otro, con el agravante de que no por pagar se pone uno a salvo, sino todo lo contrario. Sale ahora la lista de cuatro cocineros famosos que al parecer han pagado dinero a los asesinos. Con motivo del asesinato de otro cocinero, algunos pedimos a los que andan entre fogones en la CAV que expresaran un mínimo gesto de protesta y dijeran: no se mata. Les sentó fatal. Juan María Arzak llamó por teléfono a Fernando Savater y le dijo: «Oye, que ya le hemos dado dinero a la viuda». Qué obsesión con el dinero. Lo que se pedía era un gesto -decir no a la muerte- que tendría un alto valor simbólico. Pero no. No veremos a todos los cocineros, siempre dispuestos a estar en todas las salsas, haciéndose una foto con sus gorros y sus delantales inmaculados y diciendo: no matarás. Sí sabemos que algunos piensan que los que denunciamos el régimen de muerte, odio y miedo que impera por culpa de ETA, somos unos crispadores; pero jamás dirán una palabra contra los que asesinan. Sólo nos llegará su jijí-jajá . Pedro Subijana tuvo la gallardía de acudir a las concentraciones de protesta contra el secuestro de José María Aldaya, pero Juan Mari Arzak, amigo de la mujer del secuestrado, no apareció por allí. El terrorismo nacionalista vasco ha tenido tantos años de vigencia en primer lugar por los que asesinan, pero también por los que les apoyan, por los que se callan, o por los que prefieren llevarse bien antes con quien mata que con quien es asesinado.