Mente sana en cuerpo sano

| GERARDO GONZÁLEZ MARTÍN |

OPINIÓN

17 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

LAS NOTICIAS han coincidido: Seis de cada diez españoles no se duchan a diario, dice un estudio, y aseguran las crónicas que a Javier Sardá le ha cabreado que El Semanal TV le situara entre los mejor clasificados en el ránking de presentadores de telebasura. Un escritor tan agresivo pero casi nunca injusto como Carlos Boyero, ha calificado al creador de Crónicas marcianas como emperador de la mierda. Sardá no es un fenómeno desdeñable, y él lo sabe. Si ha conseguido una audiencia media de casi 1.900.000 televidentes, es un puntazo, dado que representa cerca del 33 por ciento del público que ve televisión a esa hora. Haga lo que haga seguiré considerándolo -lo habré escrito alguna vez- como un hombre inteligente y un excepcional comunicador, demostradas ambas cosas en mil batallas. Por eso es el más peligroso de todos los que pueblan ese mundo de contenedores que recogen FCC y otras empresas que, como Sardá, viven gracias a los detritus. El presentador de CM se defiende llamando intolerantes a los que le recriminan y escudándose en la libertad de expresión. Nadie desde la sensatez puede negarle que diga lo que quiera, pero estamos legitimados para recriminar su mal gusto, la zafiedad del producto que lidera, el desencadenamiento de insultos y hasta violencia, la intromisión en vidas privadas y un sinfín de tropelías. Y a él cabe decírselo con más razón, porque es un cínico, que está en condiciones de saber el daño que hace. Esos casi 1.900.000 televidentes diarios probablemente nutran en las encuestas sobre televisión, el apartado de los consumidores de telediarios y documentales o, a lo sumo, películas de calidad. Sería la confirmación de que al menos sienten vergüenza de sus propios actos. Con los calores Sardá se va de vacaciones, a disfrutar de una pasta gansa, y es de prever que el clima hará que aumente la frecuencia de las duchas. La mente sana en un cuerpo sano sigue siendo un objetivo incluso para los que no saben latines.