Sanfermines

La Voz

OPINIÓN

CARLOS G. REIGOSA | O |

07 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

HACE unos ochenta años que un joven de 23 llamado Ernest Hemingway quedó fascinado por una fiesta que se celebraba en Pamplona y que le decían «los sanfermines». A partir de ese venturoso encuentro empezó la difusión planetaria de esta peculiar celebración, que reúne desde el pasado domingo a un millón de visitantes en la capital navarra, que ve así quintuplicada su población durante nueve días. Hemingway escribió su primera crónica taurina en 1923 y se declaró subyugado por esta «fiesta de tragedia». Desde entonces se convirtió en paladín taurino y asiduo de los sanfermines, a los que arrastró a muchos otros famosos, como el también novelista John Dos Passos o el genial cineasta Orson Welles. Cuando se suicidó, en el amanecer del 2 de julio de 1961, Hemingway acababa de cancelar sus reservas de habitaciones y entradas para las fiestas pamplonicas. Fue enterrado en EE.UU el 7 de julio, día de San Fermín. Una escultura del escritor en Pamplona nos lo recuerda. Y también nos recuerda que casi todo es azar. Quizá por eso, al ver el domingo las imágenes del curro de Sabucedo, lamenté que Hemingway, que visitó Galicia muchas veces, no recalase nunca en una rapa das bestas. Lástima.