Trabajarse la calle

| MARÍA XOSÉ PORTEIRO |

OPINIÓN

31 oct 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

LA LEGISLACIÓN sueca en materia de prostitución penaliza sobre todo al cliente o prostituidor y con esta medida ha conseguido que disminuya de forma notable. En Holanda la ley es totalmente permisiva con el resultado de que la situación de las mujeres es cada vez peor, según se ha conocido en un reciente informe. En Italia se estudia en estos momentos una ley que castigaría sobre todo a las prostituídas, el eslabón más débil de la cadena... Pero, en general, no se enfrenta la auténtica raíz del problema: los dueños de los clubes que monopolizan cada vez más la oferta e influyen sobre la demanda, que reclutan con engaño y retienen contra su voluntad en franco secuestro a muchísimas mujeres, que abusan de su necesidad y desamparo para lucrarse y que son el auténtico sustento de las mafias del crimen organizado que operan en todo el mundo. Recientemente, José Luis Baltar se ha comprometido con la patronal española del alterne a que la Xunta regulará la prostitución en Galicia antes de fin de año, convirtiéndose así en intermediario público y político de los proxenetas, tal vez por desconocimiento del Convenio -suscrito por España- de Naciones Unidas para «la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena». Espero que se informe y se aleje de quienes en el argot popular son sencillamente los chulos de la película, a no ser que vea la prostitución como un nuevo yacimiento de empleo. Al fin y al cabo, si se hace lo que piden los empresarios, prostituirse será un medio razonable y digno de ganarse la vida, se estudiará en alguna rama de la FP y quizás, algún día, las universidades crearán masters para formar especialistas. Y no pienso hacer ningún chiste fácil al respecto.