MONDO CANE

La Voz

OPINIÓN

PABLO GONZÁLEZ MARIÑAS RINCÓN DEL VIENTO

09 sep 2001 . Actualizado a las 07:00 h.

Reflexionando sobre la sociedad de hoy, dice Claudio Magris en su último libro que se está consumando a escala global una crisis semejante a la que supuso la disolución del mundo antiguo. El síntoma más expresivo de esta enfermedad es sin duda el abuso inmisericorde sobre los más débiles e inocentes. El espectáculo de los niños abandonados, usados pornográficamente o atados con sogas al cuello a la pata de la cama es tan habitual como estremecedor. La imagen reciente de esos escolares católicos de Belfast, acorralados y aterrorizados en su camino a la escuela, llamada oportunamente La Santa Cruz, ha quedado clavada en la retina de todos. Otras veces es el rostro de angustia de los inmigrantes de las pateras o, masivamente, del Tampa el que nos impacta sin llegar a quebrar del todo nuestra sensibilidad. Ellos sólo han encontrado la solidaridad de Papúa-Nueva Guinea, esa tierra de «costumbres tan primitivas», que hace treinta o cuarenta años reflejó el famoso documental llamado Mondocane. Bendito primitivismo el suyo, tan lejos de la indiferencia y molicie anímica y moral que a otros nos invade.