Fallece Javier D'Ors, catedrático de Derecho Romano de la Universidade de Santiago
OBITUARIOS
Insigne romanista, era autor del manual de Derecho Romano por el que han estudiado miles de abogados en España
20 mar 2024 . Actualizado a las 17:47 h.A Javier D'Ors Lois ( Santiago, 1948) no le habría gustado que nos pusiésemos sentimentales ante su muerte, pero cómo no sentir un enorme vacío ante la marcha de un hombre tan bueno y tan brillante. Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona en 1970, fue catedrático de Derecho Romano muy joven, con solo 33 años. Primero en la Universidad de León, en 1981, y solo un año más tarde en la de Santiago, donde ha sido y siempre será una institución. Siguió la estela de romanista de su padre, Álvaro D'Ors, y ambos son autores de los manuales de Derecho Romano por los que han estudiado miles de abogados en España. Era un profesor recto, con fama de duro y con una tasa de aprobados muy baja. De esas que animaban a muchos a matricularse en otras facultades para no tener que enfrentarse a sus exámenes. Paradójicamente, suspender no le granjeaba la animadversión de sus alumnos, que cada año le puntuaban con sobresaliente. Son muchos los que años después decían al recordar sus años universitarios que era el mejor profesor que habían tenido. Así era Javier, un ser humano inigualable, con el que es imposible no empequeñecer ante cada letra con la que se intenta describirle y recordarle.
A sus 75 años, estaba ya jubilado burocráticamente, aunque no de forma real. Fue nombrado profesor ad honorem en la USC y seguía manteniendo contacto cotidiano con su departamento, del que jamás se desvinculó. No podía. Era autor de muchos libros sobre la materia a la que dedicó toda su vida. Entre ellos, Elementos de Derecho Privado Romano, El interdicto fraudatorio en el Derecho Romano clásico, La ley «Aelia Sentia» y las manumisiones testamentarias, Antología de textos jurídicos de Roma o Posiciones Programáticas para el estudio del Derecho Romano, pero su libro preferido era El principito, el clásico universal e imperecedero de Antoine de Saint-Exupéry. Así era Javier, duro solo en apariencia, pero cariñoso, amable y con un gran sentido del humor que conservó hasta el último momento pese a estar en el hospital y con una salud que iba debilitándose de hora en hora. Dicen que ante la muerte los seres humanos damos la verdadera medida de quiénes somos y en el caso de Javier así fue. Ni en ese momento dejó de ser quien era. Hizo bromas, se ganó el cariño de médicos y enfermeras y repitió una y otra vez «no quiero molestar» cuando le preguntaban si quería que avisásemos para que le atendiesen ante un dolor o un agravamiento de sus síntomas. Lo normal era sentir admiración, pero también cariño por él. Así le ocurrió también a la buena mujer que acompañaba día y noche a su marido en la cama de al lado en el hospital. Ella sintió ese afectó natural e inmediato que Javier D'Ors hacía brotar en los demás y no dudó en estar también pendiente de él. Cuando le dieron el alta a su esposo, se acercó, le agarró de la mano y le dio un beso deseándole mucha suerte. Sin apenas conocerle, sintió cariño espontáneo por él.
Entre los que tuvimos el privilegio de disfrutar de años de su amistad, ese cariño se multiplica por mil. Ahora hay dolor, sí, pero también la alegría de haberle conocido. La capilla ardiente con los restos de Javier D'Ors está abierta en el tanatorio de Boisaca. A las 20.00 horas de este miércoles se oficiará una misa por su eterno descanso en la capilla de ese recinto municipal, donde el jueves, a las 16.00, tendrá lugar el funeral. Hasta siempre, Javier.