Muere Norman Jewison, director de «Jesucristo Superstar» y «Hechizo de Luna»

J. A. Bravo COLPISA

OBITUARIOS

Norman Jewison, en una imagen tomada en Los Ángeles en el 2003
Norman Jewison, en una imagen tomada en Los Ángeles en el 2003 Adrees Latif | REUTERS

Autor de otros clásicos como «El violinista en el tejado» o «En el calor de la noche», sus películas ganaron una docena de premios Óscar aunque él solo obtuvo uno por su trayectoria

23 ene 2024 . Actualizado a las 15:42 h.

Con la muerte de Norman Jewison (Toronto, 1926), casi centenario, se va uno de los últimos clásicos de Hollywood. Un grande menor para algunos, un profesional camaleónico para otros por su capacidad de adaptarse a diferentes géneros cinematográficos. Supo combinar el espectáculo con mensajes claramente reivindicativos en sus filmes.

El cineasta de origen canadiense falleció el sábado a los 97 años de edad en su residencia de Los Ángeles, aunque la noticia no se ha sabido hasta dos días después. Lo anticipó el lunes por la noche el medio estadounidense especializado The Hollywood Reporter y lo confirmaba su publicista, Jeff Sanderson. De forma errónea, algunos pensaban por su apellido que era de origen judío -su película El violinista en el tejado también alimentó la rumorología-, aunque realmente procedía de una familia cristiana.

Repasando su dilatada vida profesional, Hollywood mostró con él lo que ya otros vivieron con cierta amargura antes. Su larga obra fue bien reconocida, incluso premiada -una docena de cotizadas estatuillas de los Óscar lo avalan, además de otros galardones-, pero a él la Academia solo le concedió uno por su trayectoria -el premio de consolación como lo califican muchos en la profesión- y simbólicamente casi con el cambio de siglo, en 1999 -desde entonces solo filmaría otra obra, La sentencia, en el 2003, con el también veterano Michael Caine-.

Tras unos inicios profesionales, allá en la década de los sesenta y procedente del mundo de la televisión, marcados por varias comedias románticas -Tony Curtis, Doris Day, Rock Hudson o Dick Van Dyje, entre otros, actuaron bajo sus órdenes- entre las que destacó No me mandes flores (1964), filmó en 1965 una de sus mejores obras. Se trata de El rey del juego, un destacado drama sobre el juego con estrellas rutilantes como Steve McQueen y Edward G. Robinson, bien secundados por Karl Malden yu Ann-Margret.

Critica al segregacionismo

Dos años después Jewison estrenaría la, para no pocos críticos, su mejor película. En el calor de la noche (1967) mezclaba sabiamente varios géneros -una de las características de bastantes obras suyas- para, con apariencia de un tenso thriller policíaco encabezado por Sidney Poitier -el primer afroamericano en ganar un Óscar, cuatro años antes- y Rod Steiger -reconocido por la Academia como mejor intérprete por este filme-, realizar una severa crítica social al segregacionismo en un país y una industria donde entonces dominaba claramente el color blanco -repetiría reivindicación en 1984 con Historia de un soldado y años más tarde afirmaría que «cada vez que una película trata sobre el racismo, muchos estadounidenses se sienten incómodos»-. Fue también su obra más galardonada, con cinco premios Óscar sobre un total de 22 nominaciones, incluido el de mejor película, y tres Globos de Oro.

La década de los 60, seguramente la más fructífera para él -una docena de obras así lo atestiguan-, la completaría con dos obras en apariencia menores aunque para otros serían verdaderos éxitos. Se trata de la comedia ¡Que vienen los rusos! (1966) parodiando la guerra fría entre EE UU y la URSS, aunque no exenta de ciertos momentos para la reflexión, y  El caso de Thomas Crown, una de las mejores películas sobre ladrones de arte jamás filmada y de nuevo con Steve McQueen como protagonista.

El cambio de decenio, no obstante, tampoco le sentaría mal. Su primera película de los setenta terminaría -al principio no lo fue- resultando otro gran éxito; El violinista en el tejado (1971), encarnado por Topol, es otra muestra camaleónica de su arte donde con bajo el manto de un musical colaba de nuevo varios mensajes de crítica social. Para los melómanos quedará la banda sonora y para los estadistas sus tres premios Óscar, acompañados por dos Globos de Oro.

Éxitos en los 70

Dos años después llegaría otra de las obras cumbre de Norman Jewison -tantas sumó que el apelativo de uno de los clásicos no resulta gratuito- llevando el mismo género musical a la religión, aunque esta vez no fue original. La suya fue una adaptación de la obra exitosa de Broadway del mismo título, con la recordada música de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice -nominada a varios premios cinematográficos, pero sin suerte-, aunque seguramente con otro director a los mandos Jesucristo Superstar (1973) no hubiera salido tan redonda.

Supo reinventarse Después, en un período de diez años estrenaría media docena de películas, entre ellas la futurista Rollerball (1975) con James Caan, FIST, símbolo de fuerza (1978) con Sylvester Stallone como sindicalista poderoso, o Justicia para todos (1979) con Al Pacino como abogado reivindicativo, en los ochenta intentó reinventarse ante un Hollywood donde también las preferencias estaban cambiando y se imponía el cine de acción junto a la comedia. Con todo, aún nos dejaría otro drama religioso de cierto impacto y un duelo femenino de altura: Agnes de Dios (1985) con Jane Fonda y Anne Bancroft.

Norman Jewison, con otra cineasta, la directora Kathryn Bigelow, en Los Ángeles en el 2013
Norman Jewison, con otra cineasta, la directora Kathryn Bigelow, en Los Ángeles en el 2013 Phil McCarten | REUTERS

Último gran triunfo y el ansiado Óscar

Su último gran éxito se estrenaría en 1987: Hechizo de luna, una vuelta a sus inicios de comedia romántica. Nada de crítica social esta vez, tampoco mensajes subliminales; humanidad a raudales y una buena combinación de protagonistas con la cantante Cher y el autoexplotado Nicholas Cage. La Academia de Hollywood premió este trabajo con tres Óscar y dos Globos de Oro. Tras aquellas mieles postreras, varios filmes claramente menores para acabar su carrera -en la última parte hasta su retirada definitiva colaboró en varias producciones televisivas- salvo otro destacado drama y de nuevo mezclando géneros (carcelario, judicial y deportivo): Huracán Carter (1999), protagonizado por Denzel Washington para ilustrar un caso emblemático de los derechos civiles en EE UU.

Ese mismo año la industria de Hollywood premiaba su valiosa trayectoria con un Óscar tardío, aunque otros colegas suyos no menos prestigiosos ni siquiera tuvieron ese reconocimiento. Norman Jewison lo recibió bromeando dadas las circunstancias: «lo único que lamento es que no es como el Nobel o el Pulitzer; no incluye dinero».