Muere el escritor y académico Javier Marías, figura esencial de la literatura española

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

OBITUARIOS

Javier Marías firmando una de sus obras en la Feria del Libro de Madrid
Javier Marías firmando una de sus obras en la Feria del Libro de Madrid BENITO ORDÓÑEZ

Falleció a los 70 años a causa de una afección pulmonar y deja una de las obras más sólidas y singulares de las letras españolas

11 sep 2022 . Actualizado a las 21:44 h.

El escritor, académico, articulista, traductor, profesor y selecto editor Javier Marías ha fallecido en su Madrid natal a los 70 años. Llevaba varias semanas luchando contra una grave afección pulmonar que obligó a su hospitalización a mediados de agosto. Con su muerte, las letras españolas pierden a uno de sus grandes referentes, nuestro escritor acaso más respetado y reconocido internacionalmente, dueño de una obra tan sólida como personal desarrollada en una veintena de títulos a lo largo de medio siglo. «Pensar en la posteridad es ridículo; es un concepto pasado», repetía Marías, que tiene asegurado un lugar preeminente en los anales de la literatura española del siglo XX. Shakespeariano hasta la médula, era el único autor español contemporáneo incluido en la colección Modern Classics del prestigioso sello inglés Penguin.

Eterno candidato al premio Cervantes, que aseguraba estaba dispuesto a rechazar -como rechazó el Nacional de Narrativa en el 2012, fijo en las quinielas del Nobel y multipremiado en Europa y Latinoamérica, su exigente ambición literaria fue el motor de una carrera fruto de una temprana vocación. Ha vendido más de ocho millones de libros de una obra traducida a medio centenar de idiomas y que se publica en casi 60 países. El poeta John Ashbery comparó su prosa con la de Marcel Proust o Henry James y J.M.Coetzee insistió en que la Academia Sueca debía otorgarle el galardón que ya tiene el narrador sudafricano.

Hijo del pensador, catedrático y académico Julián Marías, estudiante brillante, precoz narrador y joven profesor, publicó su primera novela, Los dominios del lobo, con solo19 años. La última, Tomás Nevinson, apareció hace dos años. Pero Marías aseguraba que no se tenía «ni por un escritor profesional ni por un grafómano». «He escrito lo que he querido», repetía el protagonista de una carrera ascendente, jalonada de reconocimientos,sostenida con el favor del público y el respeto de la crítica dentro y fuera de casa.

Traductor, profesor en Oxford y en la Complutense de Madrid, era muy leído y especialmente admirado en Alemania. Corazón tan blanco, aparecido en 1992, fue el libro que le cambió la vida y la carrera. Con él reventó el mercado cuando cuatro años más tarde el pope de la crítica alemana, Marcel Reich-Ranicki, lo puso por las nubes en su programa de televisión y lo convirtió en un bestseller en su país.

Insatisfecho

Pero Marías nunca estaba satisfecho de sus logros. «Mis libros me parecen una porquería mientras los escribo», declaró al publicar Berta Isla, su penúltima novela, que, como siempre, anunció como su adiós a la narrativa.

Solía recurrir a frases de su loado Shakespeare para titular sus novelas como Los enamoramientos, que publicó en 2011, tras cuarenta años de carrera. Era la décimo cuarta novela del titular del sillón R en la RAE, la primera con una voz femenina como narradora, y mereció en 2012 el Premio Nacional de Narrativa otorgado por el Ministerio de Cultura que Marías rechazó. Fue elegida como mejor libro del año por Babelia, recibió el XIV Premio Qué Leer y el internacional Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Fue finalista del National Book Critics Circle Award como mejor novela publicada en Estados Unidos en 2013 y seleccionada por The New York Times entre las cien mejores obras de ficción de 2013.

Dijo entonces que haría lo mismo de ganar el Cervantes, tras asegurar que el de la Crítica, que obraba en su poder «es uno de los pocos premios de los que uno puede estar seguro de que no intervienen en él factores extraliterarios, ya que los críticos españoles no se van a dejar influir por nada o nadie». «¿Perdonaría que le otorgaran el Cervantes?» se le planteó. La pregunta dibujó una sonrisa en el rostro del por lo común circunspecto escritor. «Dejé muy claro cuando rechacé el premio Nacional de Narrativa que no aceptaría más premios dotados con dinero del Estado». «¿Y quien pone el dinero en el Cervantes?», repreguntó el académico. «El Estado», escuchó. «Pues ahí tiene la respuesta; pero descuide que no me lo darán» zanjó la cuestión auto excluyéndose de la carrera por la máxima distinción de las letras hispanas.

Literato exigente donde los haya, y alérgico a la cursilería, lamentaba la superficialidad que no solo afecta a los jóvenes, «que se contagia y amplifica» en una era digital que nos hace retroceder en lugar de avanzar. «Nadie lee nada y lo peor es que apenas se entiende lo que se lee; se critican mis artículos sin leer mis argumentos», lamentaba. «No estoy dispuesto a escribir novelas bobas, superficiales, con tontunas copiadas de autores americanos», decía. Dejaba esa labor a las legiones de presentadores y famosos «que se creen capaces de crear una novela por saber leer y escribir».

Refractario a la tecnología, usaba un móvil vetusto y escribía siempre a máquina. «¿Qué hubiera sido del mundo si Goebbels hubiera tenido Twitter y Youtube?», se preguntaba. Y la respuesta era aterradora. «El mundo sería nazi, si es que ya no lo es. Los nazis habrían ganado la guerra, seguro, si vemos lo que lograron con la radio, la prensa y las películas de Leni Riefensthal», aventuraba. «Cada vez se piensa menos y se funciona con ideas recibidas y lugares comunes, y si no se cuestionan las ideas recibidas, el panorama es terrible», lamentaba.

Su no muy extensa bibliografía se completa con títulos como Travesía del horizonte, El monarca del tiempo, El siglo, El hombre sentimental (Premio Ennio Flaiano), Todas las almas (Premio Ciudad de Barcelona), Corazón tan blanco (Premio de la Crítica, Prix l'Oeil et la Lettre, IMPAC Dublin Literary Award), Mañana en la batalla piensa en mí (Premio Fastenrath, Rómulo Gallegos, Prix Femina Étranger, Mondello di Palermo), Negra espalda del tiempo; los tres volúmenes de Tu rostro mañana: Fiebre y lanza (Premio Salambó), Baile y sueño, y Veneno y sombra y adiós y Así empieza lo malo, BertaIsla y Tomás Nevinson.

Ganó también el Premio Nacional de Traducción 1979 por su versión de Tristram Shandy. Vidas escritas y Miramientos reúne sus semblanzas de escritores y sus relatos están en Malaíndole y la antología Cuentos únicos. Además de homenajes a Faulkner y Nabokov, ha publicado dieciocho colecciones de artículos y ensayos.

El traductor del «Tristram Shandy» y de otros autores ingleses

Además de escritor, Javier Marías tuvo también una faceta como traductor, sobre todo al principio de su carrera. En 1978 tradujo en un solo volumen para Alfaguara La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy y Los sermones de Mr. Yorick, de Laurence Sterne, alumno de Cervantes y una de las influencias más queridas por el escritor madrileño. Con esas obras ganó el Premio Nacional de Traducción en 1979.

«A aquel que quiera escribir, yo le recomendaría que tradujera. Yo he notado en mi propia prosa más flexibilidad y soltura después de traducir. Noté mi instrumento más afinado que antes», dijo Marías.

Además de a Sterne, tradujo al también a los clásicos ingleses Thomas Browne y Thomas Hardy y a novelistas contemporáneos como Vladimir Nabokov y John Updike, y a poetas. Siempre tradujo del inglés, por lo que se le consideró el más británico de los escritores en español.

Dejó la traducción porque, en su opinión, es una actividad que está demasiado cerca de la escritura, y temía una influencia demasiado evidente de las palabras de otros escritores.