Para Issur Danielovitch Demsky, nombre real de Douglas e hijo de emigrantes ruso-judíos que abandonaron Moscú a comienzos del siglo XX, obtener el Óscar suponía la culminación de un sueño que había dado por perdido mucho tiempo atrás. Era el éxito de un tipo que sobrevivió a la II Guerra Mundial como combatiente y a un accidente de helicóptero cinco años antes de levantar el premio de la Academia. Él mismo era la prueba de que en Estados Unidos, ese país que le acogió con los brazos abiertos, cualquier persona, «independientemente de su raza, credo o edad», como dijo en su 90 cumpleaños, puede disponer de una oportunidad para triunfar. Incluso los que empiezan sin nada, como fue su caso.
«He ganado muchos premios en mi vida», admitió Douglas al diario Los Angeles Times horas antes de recoger su Óscar, «pero estoy particularmente satisfecho de éste. Siempre es genial ser reconocido por tu propia industria. Eso lo hace especialmente significativo».