El dinero no da la felicidad, dice el dicho, pero, sin duda, contar con una buena salud financiera contribuye a conseguir una tranquilidad que permite evitar muchos problemas y, por tanto, a vivir de forma más feliz.
Nada mejor para conseguir una vida financiera tranquila que mantener una buena planificación con la que identificar de forma clara los objetivos de la familia a corto, a medio y a largo plazo, y los productos adecuados para lograr el ahorro suficiente que permita alcanzarlos. Tener esa planificación en las finanzas aporta un plus de tranquilidad que cualquier familia agradece en su día a día.
En este sentido podríamos decir que los asesores financieros somos, en cierto modo, generadores de felicidad. Igual que el médico, a través de sus recomendaciones, nos permite mantener una buena salud gracias a la prevención, de la misma manera, un buen asesoramiento financiero nos permite mantener una planificación adecuada que nos ayudará a evitar contratiempos.
No es lo mismo contar con una planificación que nos permita vivir sin sobresaltos que vivir en la incertidumbre de afrontar las complicaciones económicas que surgen de manera improvisada y sin las herramientas necesarias. Porque resulta muy difícil separar en departamentos estancos los diferentes ámbitos que componen una vida y, por tanto, todos ellos tienen incidencia en la felicidad de una persona.
Tener un trabajo satisfactorio, unas relaciones afectivas sanas, buena salud, un entorno de amigos con los que compartir la vida y, por supuesto, no tener problemas económicos son todos elementos importantes que permiten disfrutar de una vida tranquila y, por qué no, también feliz.
En este sentido, es habitual que, cuando conocemos por primera vez a un cliente potencial, le preguntemos por los hijos, las edades, sus nombres y cualquier otro detalle sobre la familia, sus gustos, sus hábitos y sus expectativas. Y suele sorprender bastante que hagamos este tipo de preguntas. El cliente espera cuestiones sobre el dinero, pero no sobre la familia. Sin embargo, desde el punto de vista del asesor financiero es imprescindible conocer a fondo la familia y sus objetivos.
Si tenemos dos hijos pequeños, por ejemplo, es obligación del asesor pensar que esos niños pueden ir a la universidad en unos años, y que esto supondría un coste que se debe prever para estar suficientemente preparados cuando llegue el momento.
Por lo tanto, cuando se habla de planificación financiera, hablamos de mucho más que de establecer un sistema de ahorro para la familia. Se trata de un acercamiento global a una familia y sus necesidades para tratar de contribuir a su estabilidad económica y, consecuentemente, su bienestar general.
La relación entre la economía y la felicidad del individuo ha sido objeto de estudio repetido por parte de todo tipo de organismos internacionales. En este sentido, Arthur C. Brooks, que enseña sobre felicidad y liderazgo en la Harvard Business School (HBS), lideró un estudio en el que resalta la importancia del dinero para la «felicidad financiera», la cual está íntimamente relacionada con la felicidad emocional y el bienestar general. Brooks subraya que tener los ingresos necesarios permite a las personas gastar en aquello que les aporta felicidad y estabilidad emocional.
Como apunta el profesor de Harvard, es importante tener en cuenta que los objetivos que nos planteamos a la hora de llevar a cabo la planificación financiera deben ser realizables, teniendo en cuenta nuestra situación económica, y que plantear objetivos imposibles conduce a la frustración.
Efectivamente, los problemas económicos y la angustia que produce no tener una hoja de ruta y unas herramientas adecuadas para afrontar una situación inesperada pueden tener un impacto en nuestra salud. Y, al mismo tiempo, la situación de gratificación que se siente al conseguir aquel objetivo de comprar una segunda residencia, cambiar de coche o poder pagar los estudios de los hijos. Está comprobado que, en estos casos, nuestro cuerpo segrega oxitocina, que como sabemos, es la «hormona de la felicidad». Cuando se libera en el cuerpo produce una sensación de calma, serenidad y mayor empatía.
En cualquier caso, la planificación financiera no solo contribuye a conseguir el objetivo final; también aporta tranquilidad en el día a día para que los imprevistos que nos presenta la vida no supongan grandes sobresaltos económicos, además de libertad ante la toma de decisiones. Y, en definitiva, todo ello supone un aspecto importante del bienestar familiar.
Utilizando un símil médico, podría decirse que actuamos como lo hace la medicina preventiva. Cuando cuidas tu salud, te sientes bien y no eres consciente de las enfermedades que podrías haber tenido y no has contraído precisamente gracias a la prevención. En el ámbito financiero ocurre algo parecido: cuando has planificado en función de las necesidades, te sientes bien porque no atisbas problemas considerables y porque todos aquellos imprevistos que podrían perturbar tu tranquilidad están controlados.
En definitiva, cuidar las finanzas resulta imperativo por lo mucho que contribuye a la estabilidad y la felicidad de la familia porque, aunque el dinero no dé la felicidad, ya hemos visto que una gestión y una planificación adecuadas sí puede ayudar, y mucho, a alcanzarla.