Casi levantan un imperio a base de buen rollo, pero, de milagro, no han acabado convertidos en ejemplo de gran fiasco empresarial. Y todo, gracias a las ideas que alumbraron acurrucados bajo una manta en el sofá de casa. Hummmm.
Aquello fue en el 2011. Mientras preparaban su boda. Son Ángela Cabal y Javier Aracil, el matrimonio catalán que está detrás de Mr. Wonderful. Diseñadores gráficos ambos, andaban preparando la celebración del que dicen ha de ser el día más feliz de la vida de una, cuando se toparon con que apenas había dónde escoger. Y con que, además, lo poco que encontraban, no resultaba de su agrado. Así que decidieron hacerlo ellos mismos. Invitaciones, carteles, chapas... El resultado: un triunfo por todo lo alto entre los invitados.
Al poco tiempo, ya lo estaban haciendo para otros. Compaginándolo con sus trabajos, eso sí. Pero la demanda fue creciendo y llegó un momento en el que no daban abasto. Se liaron la manta a la cabeza, dejaron sus respectivos empleos y se lanzaron de lleno a la aventura. Así nació Mr. Wonderful, en el 2012, dedicada en principio al merchandising para bodas y otros eventos.
Trabajaban en los encargos que les llegaban y, mientras, en su página de Facebook colgaban dibujos, frases motivadoras y mensajes trufados de positivismo. Pronto fueron legión los fans de la marca. Para premiar aquella abrumadora fidelidad, decidieron hacer un concurso entre sus seguidores y sortear una taza con uno de sus diseños impreso. Se apuntaron más de mil personas. No paraban de llegarles mensajes de gente interesada en saber dónde podían hacerse con una de aquellos productos tan molones. Y así fue cómo decidieron dedicarse a hacer sus propios productos en lugar de cumplir los deseos de otros.
No tuvieron que esperar mucho para que a su puerta llamasen tiendas interesadas en venderlos. Al principio, pequeños establecimientos: tiendas de regalos, librerías, papelerías... Hasta que llegaron los grandes: El Corte Inglés, Natura, Fnac... y de ahí, directos al estrellato, incluidas colaboraciones con marcas como Nocilla o Inditex, para la que llegaron a crear una colección de pijamas.
El despegue económico llegó en el 2015. Ese año facturaron 19 millones de euros. Y en los dos siguientes sobrepasaron los 30. Sus motivadores mensajes —ñoños para muchos, que para gustos, los colores— estaban por todas partes. Todo iba sobre ruedas. Pero, en algún momento, se torció. La pandemia, primero; y una feroz competencia, después (con batallas por plagio en los tribunales, incluidas) agriaron ese positivismo a raudales que pregonaba la marca.
Cambios en el accionariado, y en la cúpula directiva, y la salida de parte de la plantilla no evitaron que la empresa se viera arrastrada por su abultada deuda hasta el borde del precipicio. Aunque, por suerte, no ha llegado la sangre al río. La firma, comandada ahora por la gestora española de deuda privada Oquendo Capital y el matrimonio fundador acaban de firmar con la banca el aplazamiento de los pagos. Todo un balón de oxígeno.
Nunca choveu que non escampara. No es una frase de las suyas, sino, muy nuestra. Y ahí va otra: Malo será. Por si no les llega con una para tirar de optimismo.
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