Se diluye la preocupación por una brusca desaceleración económica en EE. UU. con repercusiones globales. Favorece a la renta fija a largo plazo, las acciones de crecimiento y el oro.
01 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.«Cuando EE. UU. estornuda, Europa se resfría». Este dicho, que se hizo muy popular a raíz de la crisis financiera del 2008, es una manera que tienen muchos analistas de referirse al hecho de que el estado de salud de la primera economía mundial es clave por sus repercusiones globales. No en vano, el dólar es la gasolina del comercio y las finanzas mundiales y, por ende, del crecimiento mundial.
Todo ello explica que los mercados financieros estén obsesionados con la vigilancia de los mensajes de la Reserva Federal de EE. UU. (Fed), el organismo responsable de formular y ejecutar la política monetaria del país, lo que implica influir en la oferta de dinero y los tipos de interés para lograr objetivos económicos clave, como el pleno empleo y la estabilidad de precios. Sus decisiones afectan directa o indirectamente a todo el mundo.
El presidente de la Fed, Jerome Powell, anunció el pasado 23 de agosto en la reunión de banqueros centrales (y también académicos, ministros de Finanzas e incluso algunos directivos y empresarios de compañías privadas) que se celebra anualmente en Jackson Hole, Wyoming (EE. UU.) que ha llegado el momento de relajar la política monetaria estadounidense. Los tipos de interés de la Fed han subido entre marzo del 2022 y julio del 2023 desde cero al rango 5,25 %-5,5 %. Las palabras de Powell no incluyeron ninguna mención concreta a la fecha y la magnitud del primer recorte. Pero los economistas y los inversores dan por hecho que se producirá en la próxima reunión que la institución monetaria tendrá lugar los días 17 y 18 de septiembre y los operadores del mercado otorgan una probabilidad del 65,5 % a una bajada de 25 puntos básicos en septiembre, y del 34,5 % a que descenderán 50 puntos básicos, según la herramienta Fed Watch de CME Group.
El inminente ciclo bajista de los tipos de interés de la Fed diluye la preocupación por una brusca desaceleración, incluso recesión, en EE. UU., que disparó los nervios en las bolsas y los mercados de bonos a principios de agosto, provocando fuertes caídas de los precios de las acciones, que se han recuperado con el paso de las semanas. Con unas condiciones financieras progresivamente más laxas, el consumo en la primera economía mundial, básico en su economía ya que representa en torno a dos terceras partes del PIB, puede verse reforzado justo cuando el mercado laboral empieza a dar algunas señales de ralentización.
Lo normal es que, además, el Banco Central Europeo (BCE) siga la estela de los recortes de su homóloga norteamericana. Si bien empezó su relajación monetaria en junio, con un recorte de 25 puntos básicos, hasta el 4,25 %, parecía no tener ninguna prisa para hacer el siguiente movimiento. Ahora cambia el panorama y se espera un buen ritmo de bajadas en la zona euro (otros tres recortes hasta fin de año). Esto supondría un importante balón de oxígeno para dinamizar la debilitada economía de la región, especialmente la mayor de ellas: la alemana.
Las rebajas de tipos afectarán también a los activos financieros estadounidenses y lo que están denominados en dólares repartidos por todo el mundo. Hay que tener en cuenta, eso sí, que el precio oficial del dinero no es lo único que afecta a la economía y, por lo tanto, a la valoración de las inversiones. Y también influye la magnitud de los descensos: de momento el mercado apuesta por entre 75 y 100 puntos básicos hasta final de año, y otros cuatro hasta el verano del 2025, es decir, 200 puntos básicos en total en un año. Esto es, en todo caso, algo que es difícil de prever, ya que dependerá de los efectos que esta política vaya teniendo en el crecimiento y en las presiones inflacionistas. Pero sí se pueden constatar tendencias que han producido históricamente cuando bajan los tipos.
En primer lugar, los recortes de tipos benefician a los activos de mayor duración, es decir, aquellos que proporcionan la mayor parte de los flujos de caja en el futuro muy lejano. Figuran, entre ellos, la renta fija a más largo plazo, las acciones de empresas de crecimiento, que no están generando aún beneficios, pero que se espera lo hagan en grandes cantidades en el futuro, y la mayoría de los llamados criptoactivos.
También favorecen al oro, ya que el coste de oportunidad de poseer el metal precioso, que no ofrece rendimientos, en vez de otros activos se reduce, ya que la rentabilidad de los bonos cae por lo que, comparativamente, el oro sale ganando.
Eso sí, los inversores siempre suelen anticiparse y llevaban tiempo esperando el giro de la Fed, por lo que buena parte del efecto positivo que pueda tener sobre el precio de estos activos ya está descontado.
Consecuencias
Las bajadas de tipos implican, en el lado opuesto, que los activos financieros a corto plazo, un vehículo en el que típicamente depositar la liquidez de los inversores, proporcionarán a un menor retorno que hasta el momento. Al ahorrador conservador le será más complicado obtener una rentabilidad sobre sus ahorros mantenidos en instrumentos líquidos.
La deuda pública a corto plazo, los fondos monetarios o los depósitos bancarios pagarán tipos de interés más bajos de los que han venido pagando durante los últimos años. En un principio, este efecto será poco perceptible, pero conforme bajen los tipos este efecto acumulado será mucho más importante.
La tercera consecuencia financiera de los recortes de tipos es un debilitamiento relativo del dólar frente al resto de divisas. Ahora bien, también hay que considerar que otros países ya han iniciado, o van a hacerlo, un ciclo bajista de los tipos. Por tanto, si los tipos del dólar bajan pero los de otras monedas todavía más, el dólar podría verse fortalecido. Pero el efecto marginal, el efecto propio de esta rebaja del tipo del dólar, aislándose del resto, es una pérdida del valor relativo del billete verde.