Una nueva norma de la UE obliga a los fabricantes a suministrar recambios a precios «razonables» para arreglar productos y evitar el despilfarro
13 may 2024 . Actualizado a las 08:12 h.Tres Hermanos. Así bautizaron en 1933 a la que se convirtió con el tiempo en la cadena de zapaterías más grande de México. También es el nombre que cuelga en el cartel de un pequeño taller de calzado ubicado en la coruñesa calle de Alfredo Tella. «Reparación de calzado al minuto», se puede leer en su rótulo verde y rojo. El interior es minúsculo. Apenas hay espacio para un mostrador envejecido sobre el que reposan papeles de periódico. Por las manos de su propietario, ya mayor, han pasado los zapatos, cinturones y cremalleras de varias generaciones. El negocio se resiste a morir, víctima de los tiempos modernos.
No tuvo tanta suerte su vecino de enfrente, Informil. Dedicado a la venta y reparación de ordenadores, ya bajó la persiana. Y eso que, según un reciente estudio de Intel, casi la mitad de los ordenadores de mesa en España y un tercio de los portátiles tienen más de seis años. Se podría decir que ya les va tocando pasar por el taller. Pero eso, pocas veces ocurre.
Los españoles prefieren desembarazarse de los viejos dispositivos y comprar nuevos. No se les puede culpar. Los fabricantes se las han ingeniado para dificultar las reparaciones. ¿Cómo? Con producciones a gran escala —abarata costes y precios al cliente— ensamblajes con piezas soldadas en lugar de atornilladas —imposibilita el arreglo— y con un control casi monopolístico de los recambios —caros y, en algunos casos, inexistentes—. Teniendo en cuenta que el precio medio de un portátil en el mercado español ronda los 727 euros y que las prestaciones mejoran año a año, un arreglo de 300 euros —mano de obra y recambio incluidos— para un ordenador que tiene cinco años y que podría sufrir nuevos daños en el futuro, la reparación no parece la mejor opción.
Lo mismo ocurre con otros artilugios: lavadoras, vitrocerámicas, televisores, móviles... Cada año, los europeos pierden unos 5.100 millones de euros por no poder alargar la vida de sus productos y 12.000 en total al sustituirlos de forma prematura. Según reveló la Comisión Europea en un estudio de impacto, el porcentaje de consumidores dispuestos a tener productos reparados «es menor en Italia, España y Grecia que en Hungría, los Países Bajos y Francia».
Para revertir esta tendencia de «comprar y tirar» tan enquistada desde principios del siglo XXI, la UE alumbró recientemente nuevas reglas para fomentar la reparación. En ese decálogo se recoge el derecho de un cliente que haya adquirido un producto a repararlo antes y después de la garantía. Si lo hace, esta se extenderá un año más y tendrá derecho pedir un artículo similar prestado hasta recuperar el de su propiedad. Además, como novedad, tendrá libertad para elegir quién lo hace. Hasta ahora, en España, los arreglos en talleres ajenos a la marca podrían suponer el fin de la garantía. Sin embargo, cuando la nueva normativa entre en vigor, el consumidor podrá buscar en una base de datos nacional profesionales y empresas de reparación en su localidad y comparar presupuestos. Además, los fabricantes no se podrán negar —como ya recoge la ley— a facilitar piezas de cambio. Eso sí: deberán hacerlo «a precios razonables». Una retórica ambigua que no convence a los profesionales del sector. Algunos se están planteando incluso diversificar su actividad y dedicarse al reciclaje de piezas de productos desechados, en vista de los problemas que hay para conseguir recambios oficiales de algunas marcas. Asimismo, «queda prohibido utilizar cláusulas contractuales, técnicas de hardware o software que obstaculicen las reparaciones», aclara la Eurocámara.
¿Qué pretende con esta maniobra la UE? Compensar los problemas derivados de deslocalizar la producción y de permitir una notable concentración del mercado. «Aumentar la demanda de estos servicios contribuirá a una mayor competencia y beneficiaría a un buen número de proveedores, incluyendo técnicos independientes y pymes», indica la Comisión Europea. Sin embargo, surgen dudas en torno al atractivo que puede despertar esta actividad entre la población más joven, teniendo en cuenta los problemas de déficit de trabajadores que arrastra casi todo el mercado laboral. Por si fuera poco, las empresas se han adelantado ofreciendo soluciones «privadas». Un ejemplo es Ikea: «Tráenos tus muebles Ikea que ya no necesitas y consigue hasta un 50 % de su valor original. Nosotros nos encargamos de darle una segunda vida mientras tú ahorras [...] Te daremos el importe en una tarjeta regalo», publicita.
Plan renove chino
Mientras los europeos tratan de echar el freno a un primer cuarto de siglo marcado por el consumismo desenfrenado, China ha lanzado su propio plan para estimular la demanda interna. El Gobierno de Pekín ha diseñado un nuevo programa de ayudas e incentivos fiscales para renovar la flota de electrodomésticos de los hogares chinos, con el que pretende movilizar 640.000 millones de euros —prácticamente el mismo volumen de fondos que el plan de recuperación europeo—. «Llevará bienes de consumo de mayor calidad y más duraderos a los ciudadanos, allanando el terreno a la cadena de reciclaje de recursos».
«Si el arreglo y el recambio cuestan la mitad que un producto nuevo, es inasumible»
¿Qué opinan los profesionales del sector de los cambios introducidos por la UE? Carlos Varela trabaja en el departamento administrativo de Femablan, una empresa coruñesa especializada en la reparación de electrodomésticos de conocidas marcas internacionales. Indica que desde hace tiempo arrastran dos grandes problemas: el alto precio de los recambios y los extensos e inciertos plazos de entrega de las piezas. «Si un producto a estrenar le cuesta 300 euros al cliente y el repuesto 150, ¿le dices que invierta el dinero? Si el arreglo y el recambio cuestan la mitad que un producto nuevo, es inasumible», sostiene. Las piezas, a menudo, se fabrican lejos y no hay disponibilidad siempre que se necesitan: «Si en la fábrica hay un problema de producción, no le puedes decir al cliente que esté sin lavadora uno, tres o seis meses», explica.
Y, aunque a los fabricantes ya se les obliga en España a tener existencias de piezas para reparaciones y servicio técnico durante los diez años posteriores a que un producto se deje de fabricar, lo cierto es que no siempre es posible hacer el arreglo. Las marcas menos asentadas en la UE suelen ofrecer estos servicios únicamente online. «Yo obligaría a que todas las marcas tengan servicio técnico y repuestos físicos durante cierto tiempo. Eso es necesario», desliza Varela. Hasta su empresa han llegado clientes buscando componentes casi imposibles de encontrar porque el fabricante pone muchos obstáculos. Y, a veces, ni siquiera compensa: «Si cambiar la cuba de una lavadora, incluyendo la pieza, la mano de obra y el IVA, te sale en unos 242 euros, no sale a cuenta porque una nueva la puedes comprar por 200 o 300. Antes se fabricaba mucho menos y mejor. El precio era más elevado, pero los recambios más baratos», recuerda. Ahora es todo al revés: producción en escala, precios más bajos y piezas más caras para quien quiere alargar la vida de sus productos. Varela cree que «o nos volvemos a la fabricación como antes o no le veo solución».
Clientes
A la tienda donde trabaja llegan, sobre todo, clientes de mediana edad, porque la mayoría de los jóvenes tienen problemas para acceder a una vivienda en propiedad. Ha observado que algunos les llevan electrodomésticos de marcas desconocidas, cuyos fabricantes distribuyen piezas de recambio, pero a precios desorbitados y con diseños difíciles para sustituir.