Los nuevos desafíos de la globalización

MERCADOS

Kristalina Georgieva, directora general del FMI
Kristalina Georgieva, directora general del FMI Greg Beadle / World Economic Forum

23 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La globalización, que tanto nos acompañó, está sujeta a cambios. Diseñar en un país, producir en un segundo y vender en todos aquellos donde sea posible es algo que se seguirá haciendo, pero con una nueva restricción: el impacto medioambiental. Poco o nulo sentido tiene producir una prenda de ropa con fibras textiles vegetales en Bangladés y trasladarla, quemando diésel, durante veinte mil millas marítimas. El mundo tiene una alta resistencia a aguantar dosis de postureo, pero esto superaría lo inimaginable. El consumidor no lo aceptaría.

Este nuevo marco, que en cierta manera recordará al mundo de los imperios— vigente cuando Roma llegó a su punto más alto de influencia—, beneficia a Galicia. ¿Por qué? La globalización tiene otra cara de la que se habla menos, y es el recurso. Se obtenía donde fuera, se trasladaba al centro de producción y con ello se generaba un nuevo tipo de mercantilismo económico, un neoimperialismo. Una relación de dependencia de una nación intensiva en materias primas con su principal cliente, por lo general, China. Solo hay que darse una vuelta por África para confirmar esta realidad.

Una parte del futuro se mide en huella de carbono, y esto implica hablar de construcción, textil y energías renovables. En estos tres campos, Galicia tiene el alpha (el recurso) que requiere el omega (el producto). Tenemos ventanas de oportunidad, que debemos diseñar y planificar para que, por primera vez, podamos sentarnos en el vagón de primera clase de un tren que está entrando en nuestra economía.

La construcción sostenible está sujeta a diferentes variables, como la eficiencia energética, pero si se desea reducir sustancialmente su huella de carbono tendrá que vincularse con la madera constructiva. Esto significa hablar de coníferas, de pino, donde somos potencia forestal. Está en nuestras manos incorporarla a la obra civil y con ello alimentar el nacimiento de una nueva actividad económica. Que, por cierto, impactará y con fuerza en el medio rural gallego.

Lo que también impactará en nuestro campo son la fabricación de fibras de origen vegetal que, aunque pueden construirse con roble, abedul y bambú, encuentra en el eucalipto el aliado perfecto. Estos dos usos, madera constructiva y fibras, los alphas, deberían tanto generarse como manufacturarse o producirse en Galicia ¿Lo conseguiremos? Ese es el reto. El resto de las actividades económicas, intensivas en energía, han de incorporar la energía verde a sus procesos, so pena de quedar expulsada de determinados mercados. Aquí de nuevo somos poseedores del alpha, el viento y el mar, que son nuestros. Lo que no está tan claro es que también vaya a ser nuestro su omega. Queda mucho camino por andar en una actividad que usa un recurso de un lugar y con ello alimenta a quién está a mil kilómetros de distancia.

En todo caso, parece más que obvio que la eólica marina necesitará cientos de kilómetros de un recurso escaso, el cobre, el mismo que necesitará Stellantis para atender la nueva demanda de cable, diez veces superior en el vehículo eléctrico. Por ello, a nadie le sorprende que las principales compañías automovilísticas estén adquiriendo minas. Tienen que asegurarse todos los eslabones de la cadena de suministro. Touro, en la comarca de Arzúa, está considerado, por el colegio europeo de geólogos, como un proyecto estratégico. Es nuestra, solo hay que reabrirla. China ya no es el país fábrica de antaño y se asemeja más a una economía madura, donde el motor de la demanda es el consumo nacional. ¿Consecuencias? Que el consumidor preferencial ya no es una familia de Berlín o Nueva York, es una de Shanghai. ¿Riesgos? Que los recursos globales alimenten sus mercados y no los nuestros.