Estamos ante un nuevo relato

MERCADOS

Sánchez y Feijoo, en una reunión en La Moncloa
Sánchez y Feijoo, en una reunión en La Moncloa SERGIO PEREZ | EFE

25 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer hubo elecciones, mañana las habrá y pasado mañana, al menos en Galicia, puede que también ¿Y qué es lo que estamos votando? Un nuevo relato. A una buena parte de los españoles les resultaba incómodo el país en el que estaban viviendo, no lo conocían. No era un asunto económico. El paro, se diga lo que se diga, está cayendo. Hay, por la inflación, menor capacidad de compra, pero las carreras profesionales vuelven a estar vivas: el que se forma, el que se esfuerza, el que vuelve a creer que el dinamismo de su empresa le permitirá crecer internamente y los que, de lo contrario, en la acera de enfrente podrán encontrar otro proyecto profesional. Los padres ven que sus hijos, si están formados, tienen futuro. La carestía de la cesta de la compra, que aún preocupa y bastante, no nos ha llevado al pesimismo económico. La economía no es clave electoral. El relato, sí.

¿Qué es exactamente el relato? Esta es la cuestión. Sánchez niega la mayor y deja todo el resultado a la aritmética electoral. Encuentran en el voto útil a la izquierda su única razón de ser, y si no lo alcanzan, al menos que no se estimule la dispersión. Consideran que al país no le pasa nada. Ahí está la economía.

Mientras tanto, en el Partido Popular están claros los posicionamientos liberales de Isabel Ayuso y de Juanma Moreno; en cambio, los de Alfonso Rueda y Alberto Núñez Feijoo no resultan tan evidentes. El PPdeG siempre ha tenido cierta alma estatalista: la defensa de lo público frente a lo privado. Quizás, por esa razón, el PP a nivel nacional se encuentra tan cómodo buscando determinados espacios del PSOE. En ese sentido, sorprendió el líder de los populares al proponer que bajaría el IRPF, pero solo a las clases bajas y medias, y que ya vería qué hacer con otras figuras. Reducir la presión fiscal no es un regalo de un gobernante a sus súbditos, no es la versión moderna de un magnánimo lanzando monedas al aire mientras se dirige a palacio. Es un relato económico, un discurso, un posicionamiento, una creencia de que trasvasar poder desde el Estado hacia el ciudadano es algo positivo. Es esto y no otra cosa, lo que llevó hace unas semanas a miles y miles de ciudadanos a mover su voto. Para muchos, las nuevas verdades del Estado, caprichosas, paternalistas e intransigentes, resultan cansinas y molestas. Es un mensaje claro: somos la generación mejor formada de la historia del país, una clase social empoderada de una nación del primer mundo. ¿Por qué debemos hablar y pensar como digan ustedes? Si tenemos metas educativas, ¿hemos de satisfacerlas a su manera?, y si tenemos inquietud por nuestra salud, ¿hemos de ir a su ritmo y bajo su modelo? ¿Nuestro dinero es para que vivamos como desean ustedes? ¿Y nuestra libertad de elección?

Resulta más que evidente que la fuerza del consumidor y del empresario superan holgadamente a la del Estado. Y segundo, la mejor presión fiscal es la que llega por las mejoras recaudatorias, hijas del desarrollo. Creemos un sistema tributario que incentive el crecimiento económico, que tensione el mercado laboral provocando mejoras salariales, permitiendo a la progresividad del impuesto hacer su trabajo. El debate no ha de ser si bajamos este impuesto o el otro, sino el ritmo adecuado. Es una cuestión de velocidades, no de direcciones. España reclama un nuevo relato, basado en una nación que genere espacios de libertades, aporte seguridad jurídica, empodere al ciudadano frente a la Administración y debilite los paternalismos públicos. Una nación en la que no haya que pedir perdón por existir.