
La empresa Toldos Porriño, fundada hace una década, fabrica e instala todo tipo de cubiertas o estores, y ha sido pionera en la implantación de la jornada laboral de cuatro días en Galicia
09 ene 2023 . Actualizado a las 12:39 h.A Daniel Magaz, leonés de 48 años, el impulso de emprender le llegó hace poco más de una década, de manera casual. Estudió Administración y Dirección de Empresas y tras quince años dedicado a la banca, un expediente de regulación de empleo le dejó sin trabajo. La iniciativa de montar una empresa de toldos «no fue nada buscado, ni surgió de un sesudo análisis de oportunidad y un estudio de mercado», reconoce el fundador de Toldos Porriño. En su camino se cruzó una persona «que acababa de estar» en una firma del sector, y de ahí partió la idea que se materializó en 2013.
Magaz, que reside en Vigo desde hace más de dos décadas, sostiene que «si haces las cosas bien, sea en lo que sea, es muy raro que montes una empresa que no sea mínimamente rentable». La suya es un buen ejemplo. Partió con un comercial y un instalador, y ahora son doce en la plantilla, «una empresa muy pequeña», reitera, con una facturación anual que ronda el millón de euros. En su nave del polígono de O Porriño fabrican todo tipo de toldos y otros elementos para la protección del sol, lo que representa su principal línea de negocio.
«Resistentes y decorativos, los toldos protegen del sol, el agua y otros agentes externos, una duradera mezcla entre estética y funcionalidad. Evitan las temperaturas elevadas en las épocas de calor y contribuyen al aislamiento térmico en las de frío. A mayores, permiten aprovechar espacio y crear ambientes, funcionando como un elemento decorativo que se integra con el resto de la fachada», según explican en la página web. El gerente añade que hay variedad de tejidos y modelos de toldos: brazo articulado, cofre, punto recto, plano, capota, vela o vertical. También producen pérgolas bioclimáticas, «de aluminio... el techo se abre y se cierra».
«Somos fabricantes e instaladores», recalca. Y trabajan a medida: «Nos llama alguien porque le entra mucho sol por la ventana, vamos, medimos, hacemos el toldo y lo montamos. El toldo funciona como un regulador de la temperatura interior de la vivienda o para comer tranquilamente en la terraza». La mayor parte de su clientela está en la provincia de Pontevedra y su radio de acción es de cien kilómetros, por lo que llegan a Ourense o Santiago. «No exportamos, ese es otro tipo de empresa. Nosotros queremos controlar todo el proceso y asegurar la calidad, y ofrecemos servicio posventa», subraya.
Su producto se adapta al poder adquisitivo del cliente. «Un toldo para una ventana puede costar entre mil y tres mil euros, depende del tamaño, el formato, si es manual o con motor, si lleva sensor de viento [lo recoge automáticamente en cuanto alcanza cierta velocidad] o sensor de sol [para accionarlo según la intensidad]», indica. La inteligencia artificial se aplica en este sector y el usuario puede manejar su toldo o su estor desde una aplicación instalada en el teléfono móvil. «No hace falta darle a una manivela... puedes decirle a tu asistente de voz que te abra el toldo», señala. Para conseguir la integración con la fachada ajustan el color o incorporan luces de tecnología led en el toldo. Su otra área de negocio, con menos peso en el balance, es la confección de lonas para barcos, industrias o el sector de la construcción.
La actividad de Toldos Porriño se resintió por la pandemia —«en el 20 lo pasamos mal, pero no fue un desastre de año»— y después por los efectos de la invasión de Ucrania, sobre todo el encarecimiento de las materias primas —«el 22 ha sido un buen año de facturación, pero no de rentabilidad, porque no puedes trasladar todo el coste de las materias primas [como el hierro o el aluminio] al cliente final»—.
Esta firma de O Porriño se ha convertido en pionera en Galicia en la implantación de la semana laboral de cuatro días. En septiembre se cumplió un año desde que sus empleados empezaron a trabajar en dos turnos, uno de lunes a jueves y otro de martes a viernes, nueve horas al día, es decir, 36 a la semana, frente a las 40 que realizaban antes. Eso sí, con la misma base de cotización e idéntico salario.
«Si se rebaja el sueldo no tiene sentido [...]. El talento lo tengo que retener —defiende—. La empresa tiene que devolver a los trabajadores lo que los trabajadores hacen por la empresa. Claro que tienes que tener un beneficio económico, pero tú estás donde estás por tus trabajadores. En las pequeñas empresas, lo bueno es que no dependemos de nadie, y eso nos aporta valor».