El bum de la energía verde en Italia

Valentina Saini

MERCADOS

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Las empresas reorientan su estrategia energética para aprovechar los recursos renovables y reducir la dependencia de las exportaciones, un problema crónico de la economía del país

27 nov 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La necesidad de importar energía del extranjero siempre ha sido un punto débil de la economía italiana. En el siglo XIX, el problema era el carbón, y en el siguiente, lo fue el gas y el petróleo; Enrico Mattei, fundador del gigante energético ENI, es considerado un héroe en el país transalpino, porque gracias a él la economía italiana obtuvo el gas y el petróleo que fomentaron su desarrollo a partir de los años 50.

Pero ni siquiera Mattei, que participó en la Resistencia contra el fascismo y murió en un trágico y misterioso accidente aéreo en 1962, pudo darle a Italia esos hidrocarburos que su subsuelo no tiene. El país transalpino sigue importando gran parte de la energía que necesita su industria de África, Asia Central, el Golfo y, hasta hace poco, de Rusia.

Italia está en los últimos puestos de Europa en materia de autonomía energética. «Para los turistas somos el país del sol», —observa un analista de una consultora privada, que prefiere preservar su anonimato—, «pero Italia está muy por debajo de la lluviosa Alemania en el ránking de los países que más energía solar producen. Y en la clasificación de lugares con mayor capacidad solar fotovoltaica instalada por habitante, Italia está por detrás de varios países del norte de Europa. Esto es responsabilidad de la clase política, tanto a nivel regional como nacional, y se explica también por la fragmentación del mundo empresarial».

Sin embargo, parece que los italianos han tomado nota de sus errores y están tratando de rectificar. Ven a España y a los países nórdicos como modelos. Gracias a la disponibilidad de fuentes de energía limpias como el sol y el viento, Italia tiene un gran potencial; según un estudio reciente, si consiguiera aprovechar al máximo las energías renovables y la economía circular, podría alcanzar un nivel de autonomía energética del 58 %: es decir, un incremento del 36% respecto a la que tiene en la actualidad.

De momento, ENI ha anunciado la construcción de una planta solar fotovoltaica con Sonatrach, la Sociedad Nacional de Hidrocarburos de Argelia, en el país norteafricano. Y Enel, el mayor productor de gas y electricidad de Italia, acaba de inaugurar en la Toscana un sistema de almacenamiento térmico con la empresa israelí Brenmiller: una tecnología sostenible que utiliza el vapor de forma innovadora para generar electricidad. Y justo en la ciudad toscana de Pisa, a media hora en coche de la famosa torre inclinada, se encuentra la start-up Gevi.

Su director financiero, Edoardo Simonelli, explica a La Voz que fabrican turbinas eólicas verticales con inteligencia artificial, lo que les permite predecir el viento y girar las palas de la mejor manera para captarlo. «Nuestras unidades se pueden utilizar en zonas urbanas, por ejemplo, en los tejados de las casas», precisa. Para independizarse del gas extranjero, Italia también apuesta por el biogás. Para Piero Gattoni, presidente del Consorcio Italiano Biogas, este recurso renovable compuesto fundamentalmente por metano, está llamado a jugar un papel crucial en la autonomía energética del país. El rápido crecimiento del sector en Italia en los próximos años «puede llevar a la producción de más de 4.000 millones de metros cúbicos de biometano en el 2026».

Un problema de las energías renovables es su almacenamiento. Se necesitan pilas. En Italia, empresas emergentes como Sinergy Flow, con sede en Milán, intentan resolver este problema. La directora ejecutiva, Alessandra Accogli, avanza que «están desarrollando baterías de flujo sostenibles, de bajo coste y alta eficiencia, capaces de almacenar electricidad durante más de veinte horas». Para ello, utilizan un residuo de procesos industriales igual que en la industria petroquímica: el azufre.