La otra cumbre del clima

Mercedes Mora REDACCIÓN / LA VOZ

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Yvon Chouinard es el fundador de Patagonia, una empresa convertida estos días en noticia mundial

25 sep 2022 . Actualizado a las 10:45 h.

Dice que nunca quiso ser empresario. «En los años sesenta, a mis amigos y a mí los empresarios nos parecían todos unos asquerosos. Formábamos parte de la contracultura y no respetábamos a los hombres de negocios que, de hecho, representaban al enemigo». Pero lo acabó siendo. «Un día me levanté por la mañana y me di cuenta de que ya era uno de ellos, así que empecé a leer un montón de libros de negocios y a pensar en cómo podría crear uno del que quisiera formar parte. No solo yo, sino todos mis socios, porque éramos una banda de salvajes». Y lo dice porque vivían para escalar. Era casi un obsesión: perderse en la montaña, dominarla y dormir a la intemperie contemplando las estrellas. Nada mejor. Para gustos...

De esa pasión compartida, que en su caso surgió del amor por la cetrería y la búsqueda de nidos en las alturas, nació a principios de los setenta Patagonia, una empresa convertida estos días en noticia mundial. Y eso porque su fundador, Yvon Chouinard (Lewinston, Maine, 1938), que es de quien les hablo hoy, acaba de anunciar que ha traspasado la empresa a un fideicomiso, lo que le permitirá destinar a la lucha contra el cambio climático las ganancias de la compañía. Todas las que no se reinviertan en la firma, claro. Calculan que unos cien millones de dólares anuales. «Esperemos que esto ayude al nacimiento de una nueva forma de capitalismo que no se base en crear unos pocos ricos y un montón de pobres», le confesaba poco después al New York Times.

Y no es que Chouinard se haya levantado de repente una mañana con ganas de salvar el planeta. Lleva tiempo madurando la idea. Y dando pasos en ese sentido: ya dona el 1 % de las ventas de Patagonia para financiar a activistas de diferentes partes del globo.

Por si a estas alturas todavía no lo saben, les cuento que fabrican ropa para aventureros. Pantalones, chalecos, chaquetas, cortavientos, forros polares... pensados para atravesar ríos y coronar cimas de montañas. Aunque también les digo que son de esas prendas diseñadas para el deporte que no sabe una muy bien por qué extraña razón acaban colándose y haciendo estragos en los viernes «casual» de las grandes empresas. Incluso en Wall Street, la meca del capitalismo. Y eso que la compañía decidió hace ya tiempo que no vendería ni una sola más de sus prendas para ser empleadas como uniforme en compañías que no sean respetuosas con el medio ambiente.

Y todo se lo debe Chouinard a ese amor desmedido por la montaña. Tan grande, que con 15 años aprendió él solito el oficio de herrero para hacerse su propio material de escalada. Y, acabó vendiéndole a sus amigos, seducidos también hasta la médula por eso de la escalada, esos mosquetones que con tanto mimo forjaba. Fue el principio de todo.

Hoy ese negocio está valorado en más de 3.000 millones de dólares. Otra forma distinta de conquistar la cima.

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