El optimismo racional

Ivonne Pousa DIRECTIVA DE MEDIOLANUM

MERCADOS

Altea Tejido | EFE

28 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Me declaro una optimista racional. Hoy es frecuente encontrar noticias en los medios en las que la inflación es protagonista. Efectivamente, la inflación supone un riesgo para nuestro día a día, que amenaza con provocar problemas en las economías occidentales y que, incluso, ha conseguido que se comience a oír en la lejanía la posibilidad de una recesión.

Sin embargo, a pesar de este panorama poco alentador, me confieso seguidora de ese movimiento que podríamos denominar optimismo racional y que no es más que el estudio pormenorizado de las causas y los datos que provocan una situación determinada para llegar a una conclusión más realista que nos permita encontrar respuestas más eficaces.

Por lo tanto, no se trata de un optimismo voluntarista, sino del resultado de un análisis de situación previa, basado en los datos. En este sentido, vemos una visión coincidente. Según la OCDE, el crecimiento del PIB en España será del 4,1 % para este año y del 2,2 % en el 2023. El Banco de España coincide que será del 4,1 % en el 2022, mientras prevé un 2,8 % en el 2023 y un 2,6 % en el 2024. Incluso el FMI habla de un crecimiento del PIB español de alrededor del 4 %. Si recurrimos a Funcas, sus expertos prevén un crecimiento medio del 2,6 % entre el 2024 y el 2029. Es decir, a pesar del momento, la economía seguirá creciendo en los próximos años, como lo ha hecho siempre a largo plazo.

En cuanto a la inflación, la OCDE prevé que España cerrará el 2022 en el 8,1 %, y en un 4,8 % en el 2023. El Banco de España, que la sitúa en el 7,5 % en el 2022, dice que bajará hasta el 1,8 % en el 2023 y el 1,7 % en el 2024. ¿Pero por qué ahora este ascenso imparable de los precios? La respuesta, como suele ocurrir, no es unívoca. Hay un cúmulo de circunstancias que han coincidido en un momento determinado y que han estallado con la entrada de Rusia en Ucrania.

Por esto mismo, la primera causa de la inflación podríamos encontrarla en la guerra, que ha provocado una presión sobre el mercado de la energía que ha llevado al gas, los carburantes y la luz a precios jamás imaginados. Pero, además, esta situación se produce en un momento en el que, tanto en Europa como en EE. UU., las autoridades monetarias han llevado a cabo durante años una política de compra de bonos nacionales que ha conseguido sostener las economías afectadas por la crisis anterior, pero que también han provocado que el dinero fluya y afecte a los precios.

Un tercer factor es la paralización total de la economía mundial durante las restricciones de la pandemia. Esto estaría detrás de los problemas de suministros actuales que han motivado un desequilibrio entre la oferta, limitada, y una demanda sin límites surgida a raíz de la salida de la crisis sanitaria. Meses sin comprar, sin salir a cenar, sin ir al cine o al teatro han provocado un efecto rebote y un entusiasmo económico que hacen que este verano vaya camino de superar todos los récords en el sector del turismo en nuestro país. Hay que entender que las grandes cadenas de suministros asiáticas necesitan unos meses para conseguir la aceleración suficiente en su producción y abastecer de nuevo el mercado mundial con cifras similares a las que había justo antes de la pandemia. Es decir, la gente quiere consumir, pero todavía no se produce lo suficiente para abastecer esta entusiasta demanda; por lo tanto, los precios suben y se produce la inflación.

Pero la subida de precios, aunque pueda parecer lo contrario, también tiene consecuencias positivas, ya que una inflación moderada durante un tiempo permite a las empresas ajustar su deuda y sanear sus cuentas. De este modo, la situación de inflación las ayudará a desendeudarse en los próximos años, algo que no ha terminado de producirse después de la crisis pasada. Es más, algunos expertos apuntan a que la inflación terminar trasladándose a los sueldos, que, tarde o temprano, tendrán que tender a equilibrarse con el coste de la vida, y esto supondrá un incremento nominal de la economía en los próximos años.

Los datos nos dicen que, históricamente, el progreso ha sido imparable. Todos aquellos que inviertan con un objetivo de largo plazo en la economía mundial lo harán ahora aprovechando la oportunidad de la bajada de los precios, a la espera de la recuperación de los mercados que, tarde o temprano, acabará llegando. Eso sí, quien invierta debe hacerlo de forma adecuada a su perfil, según las necesidades y sus objetivos, y respetando la máxima diversificación.

El asesoramiento, clave en momentos de incertidumbre

Por eso mismo, en momentos de incertidumbre, el apoyo de un asesor financiero se vuelve más imprescindible que nunca. Sobre todo, para tratar de evitar la toma de decisiones según las emociones del momento.

Ante la bajada de los mercados, el miedo suele precipitar la desinversión, incluso entre aquellos que invierten en renta variable a largo plazo. Hay quien, además, decide pasarse a productos de renta fija en busca de refugio. Algo desaconsejable por su pérdida de valor —con caídas que no se habían visto en los últimos 40 años—, porque, al subir los tipos de interés, el valor de los bonos también ha bajado.

Por lo tanto, el salto por miedo de la renta variable a la renta fija no es una opción recomendable en estos momentos porque ambas han caído. Se ha producido una tormenta perfecta. Sin embargo, sabemos que, tras la tormenta, siempre vuelve la calma.

Y cuando cesen los truenos, los que han deshecho posiciones vendiendo en pérdidas las habrán consolidado; los que aguanten el chaparrón, sin moverse, pueden conseguir aprovechar la recuperación económica; y los que hayan actuado con método y una estrategia serena, incluso comprando a mejor precio, podrán recoger los frutos cuando vuelva a brillar el sol.

Ivonne Pousa es responsable del Banco Mediolanum en la zona norte de España