El sector agrario gallego acusa la falta de agua que seca Europa

M. C. REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Juan S. G.

Solo en la producción de maíz forrajero, fundamental para la sostenibilidad económica del sector lácteo, se estiman pérdidas de más de 109 millones de euros. En España, las organizaciones agrarias hablan de que estas podrían rebasar en el conjunto de cultivos los 8.000 millones

22 ago 2022 . Actualizado a las 03:29 h.

Y por fin llovió en Galicia esta semana. Pero fue únicamente un pequeño espejismo en medio de un desierto, el de la sequía que afecta a toda Europa y que ha alcanzado niveles críticos en muchos países. El problema es tan grande que amenaza el transporte fluvial por el Rin, uno de los ríos más grandes de Europa y motor estratégico para la principal economía de la UE, la alemana. En el 2018, un año en el que había ocurrido algo semejante, la paralización del transporte por esa vía provocó un descenso del 0,2 % en el crecimiento del país, según las estimaciones del Deutsche Bank.

La cuestión es que ahora el problema de navegabilidad del Rin viene a echar más leña al fuego a un país sobre el que sobrevuela el fantasma de la recesión debido a la inflación galopante y al recorte de los suministros energéticos. Pero más allá de eso, la sequía ha labrado en el campo un reguero de pérdidas. En Italia, la cuenca del río Po se enfrenta al nivel más alto de severidad de la sequía y Francia, azotada por una ola de incendios como España y Portugal, ha tomado medidas para restringir el uso del agua, como también están haciendo muchos concellos gallegos.

Cementerio de girasoles

La propia Comisión Europea lo dejaba claro en el informe Sequía en Europa: julio del 2022, donde hace una evaluación de la situación de la sequía en Europa basada en el Observatorio Europeo de la Sequía: «El estrés por agua y calor está reduciendo el rendimiento de las producciones desde una perspectiva previamente negativa para los cereales y otros cultivos. Francia, Rumanía, España, Portugal e Italia tendrán que hacer frente a esta reducción del rendimiento de los cultivos. Alemania, Polonia, Hungría, Eslovenia y Croacia también se ven afectados», concluía. La metáfora más evidente: el cementerio de girasoles en que se han convertido muchos campos de Rumanía, país que linda con una Ucrania en guerra.

En España la cosa desde luego no pinta bien. Organizaciones como Asaja, estimaban hace unos días que las pérdidas derivadas de la sequía pueden superar los 8.000 millones de euros (un 0,87 % del PIB). La razón es la merma en producciones agrícolas como los cultivos de invierno, los almendros, la aceituna, la uva o el maíz.

El descenso en los rendimientos de los cultivos es muy variable porque no todos precisan la misma cantidad de agua o son capaces de luchar del mismo modo contra el calor. Los cálculos de Asaja estiman reducciones de entre un 40 y 50 % en la producción de aceituna, tanto de mesa como de almazara, la uva o el maíz; un 30 % en los cultivos de invierno, mientras que en el caso de los almendros, base del delicioso turrón, el descenso podría alcanzar hasta un 80 %. Las organizaciones agrarias también destacan los bajos rendimientos del girasol, los adelantos en la vendimia como ocurre en Rías Baixas o las restricciones que pueden acabar teniendo que aplicarse en los cerca de cuatro millones de hectáreas de regadío de España.

¿Qué ocurre en Galicia?

En Galicia, epicentro de la producción de maíz forrajero del país debido a que también alberga el mayor índice de producción láctea de todo el Estado, las pérdidas podrían ascender solo en el caso de ese cereal a más de 109 millones de euros.

La estimación la realiza Unións Agrarias basándose en los datos de rendimiento de las distintas comarcas productoras. De hecho, mientras en un ejercicio normal la producción de maíz forrajero en Galicia sería de unas 2,8 millones de toneladas, este año se estima un descenso del 50 %, con lo que el valor de la merma daría como resultado esos más de 109 millones de euros. En la comunidad se cosechan cada año 71.287 hectáreas de este cereal, un 75,34 % de todo el que se produce en toda España, según las cifras de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos de Cultivos elaborada por el Ministerio de Agricultura y publicada esta semana.

Todos estos datos convierten al sector lácteo de la comunidad, altamente dependiente del maíz para reducir costes de producción en un momento en el que los insumos se han disparado, en uno de los más perjudicados por la escasez de lluvias, junto con el del bovino de carne, donde el maíz también tiene su peso. No hay que olvidar tampoco, aunque su influencia en la economía gallega es menor, al ovino y caprino. Por no hablar de que la producción de algunos cultivos de invernadero como las lechugas o los tomates parecen haberse reducido en torno a un 70 %, aunque la merma media en el conjunto de alimentos que salen de la huerta ronda el 30 %.

La recogida de patata

Y luego están las patatas de A Limia, donde este año la sequía ha adelantado la recolección y donde estiman una reducción de la cosecha, aunque como explican desde la Asociación de Empresarios, Gandeiros e Agricultores de A Limia, todavía no pueden dar un porcentaje de cuánto será el descenso «porque pode chover e mudar as cousas de xeito radical».

El problema es que las precipitaciones de los últimos días, aunque hayan dado un respiro en algunas zonas, no son capaces de contrarrestar el déficit hídrico acumulado durante este año en la comunidad y que supera el 40 %. Basta repasar los datos correspondientes a los cinco primeros meses del año para entenderlo. Durante ese período la cantidad media de litros de agua que se registraron fue de 320 por metro cuadrado, cuando en un año normal sería de unos 527. Con ese número delante está claro que el agua no llega. Lo que podrían favorecer las lluvias de esta semana es que, en algunas zonas, pendientes de echar las semillas de hortalizas como el b´recol o la coliflor, puedan comenzar a sembrar estas verduras de invierno.

Pero ese es un contexto que se arrastra ya desde la primavera. El pasado mes de junio, los propietarios de explotaciones de vacuno de carne en extensivo del interior de la provincia de Ourense advertían ya de que lo más probable es que tuvieran que recurrir a cisternas para poder dar de beber al ganado. Algunos, de hecho se habían visto ya entonces obligados a realizar una trashumancia obligada para buscar fincas en las que la hierba aún estuviera verde. Y no encontraban tampoco paja para alimentarlos, ni pagándola a precios más elevados de lo normal. Aquellos augurios no tardaron en hacerse realidad y las cisternas volvieron a los prados, como habían hecho en el 2017. Ahora lo único que hacen los que viven del campo es mirar al cielo.