Una china menos en el zapato

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Kristina Blahnik, al frente del imperio del calzado que fundó su tío, saborea el éxito de poder entrar en el mercado del gigante asiático tras 22 años de ardua batalla legal

31 jul 2022 . Actualizado a las 10:01 h.

Han tenido que pasar 22 largos años para que pueda poner un pie en China. Y no subida a un par de zapatos cualquiera. No vayan a creer. Porque lo que calza son, ni más ni menos, que unos manolos. Creció con ellos. Tanto que cuando era pequeña fabricaba casas para sus muñecas con las cajas que los envolvían.

En el taller de su tío, Manolo Blahnik, ese técnico del calzado, como a él le gusta que lo definan, que la quiere como si fuera hija suya. Tanto que hace ya años que le cedió las riendas de la empresa. Y es que, como la propia Kristina Blahnik (Colonia, Alemania, 1974) ha relatado en más de una ocasión, el paso de sobrina a consejera delegada de la compañía —puesto que ocupa desde el 2013— ha sido un viaje de lo más natural. «Pasé de sentarme en las rodillas de mi ti?o y de ayudarlo a dibujar zapatos —e?l y mi abuela son los auténticos artistas— a estudiar lo que me gustaba y, llegado el momento, a unirme a la firma. Ni mi tío se formó como zapatero convencional, ni mi madre — Evangelina Blahnik, su predecesora en el cargo — ni yo en negocios, en ese sentido somos autodidactas. Hemos trazado nuestro camino por instinto, aprendiendo los unos de los otros», contaba hace algunos meses en Vanity Fair.

Pese a pasarse la infancia entre zapatos y tras fantasear durante la adolescencia con la idea de seguir los pasos de su padre y dedicarse al mundo de la banca, decidió que quería ser arquitecta. Y eso después de haber pasado por el elitista St Mary's School, un internado solo para chicas. Se graduó en Cambridge y redondeó su formación con un máster en la Architectural Association.

Sin alejarse nunca del todo del negocio de su tío, en el año 2000 abrió las puertas de su propio estudio de arquitectura, Data Nature Architectects Limited, en Londres. Lo mantuvo vivo durante toda esa década. Pero, al final, pesaron más los lazos de sangre y acabó encaminando sus pasos hacia la empresa familiar. Recaló en ella en el 2009. Primero, para encargarse de las relaciones con la prensa. Cuatro años después y ya empapada de todos los pormenores del negocio, se hacía con el puesto de consejera delegada. No fue un camino fácil. La añoranza por la arquitectura fue una de las cosas que lo complicó. No se arrepiente.

Y menos ahora, que la empresa ha conseguido una victoria trascendental para su futuro. Tras más de veinte año de batalla judicial, por fin podrán comercializar sus zapatos en el vasto y jugoso mercado chino con el nombre de Manolo Blahnik. Hasta ahora, la marca, fundada en Londres a principios de los setenta por el diseñador nacido en La Palma que le dio nombre, no había podido emplear esa denominación en el gigante asiático por un tema de derechos de marca. Un avezado empresario chino, Fang Yuzhou, había registrado la emblemática enseña en 1999 en su país, cerrándole así las puertas de ese mercado a sus verdaderos propietarios. Y es que en tierras del titán amarillo, en cuestión de marcas, impera la ley del primero que llegue.

Hasta han llorado de alegría en la empresa tras recibir tan buena noticia. Así al menos se lo confesaba su consejera delegada al Financial Times hace unos días. Seguro que los días de descanso de Kristina en Ibiza, en donde suele recalar todos los veranos, serán este año más placenteras, si cabe. ¡Feliz verano!

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