Nucleares, de entrada, no

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Protesta de una activista de Greenpeace contra el empleo de la energía nuclear en Francia.
Protesta de una activista de Greenpeace contra el empleo de la energía nuclear en Francia. JACKY NAEGELEN | REUTERS

10 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Las crisis se llevan por delante, además de empleos y empresas, políticas y convicciones. Ya que la crisis parece que va a ser nuestro estado permanente a partir de ahora, podemos prepararnos para que se nos caigan conceptos que entendíamos inamovibles. Uno de estos será, probablemente, nuestro orgullo por el liderazgo español en energías renovables, que alabaron personas tan admirables para nuestros actuales mandatarios como Barack Obama.

Por toda Europa vemos un renacimiento de la energía nuclear. Es una reacción comprensible ante el atasco que está provocando Moscú con su petróleo y su gas. Francia ya ha anunciado la construcción de seis grandes reactores y otros cuantos más pequeños. En los Países Bajos ampliarán su capacidad con otras dos grandes centrales, y lo mismo ocurre en otros países. Además, el Parlamento Europeo acaba de hacer oficial ese renacimiento al clasificar la nuclear como energía verde, para disgusto de ecologistas y asociados, que prácticamente nacieron con aquella pegatina de un sol radiante y el lema «¿Nuclear?, no, gracias». El Gobierno bipartito sigue en su oposición a lo atómico. Pero ya surgen discrepantes, como el Partido Socialista de Extremadura, que acaba de reclamar una prórroga para la central de Almaraz, a la que le quedan cinco años de vida. Y los gobiernos cambian. Si las encuestas siguen como están hoy, el próximo Gobierno español será de derechas, y tanto el PP como Vox son pronucleares. El partido de Núñez Feijoo envió recientemente a Pedro Sánchez un documento en el que reclama que las nucleares consigan una extensión de 20 años más de funcionamiento. La última debería clausurarse en el 2035, y hay dudas (sobre todo desde la parte más interesada, las eléctricas Endesa e Iberdrola) de que con la solar, la eólica, la hidroeléctrica y el gas se pueda cubrir toda la demanda para esas fechas.

Otra cuestión es si la atómica garantiza la independencia energética. El año pasado, según informaba La Vanguardia, un tercio del uranio enriquecido que consumimos procedía de Rusia. ¿Con tanto cambio, no acabaremos girando 360 grados?