El drama endémico de los apagones en Venezuela

Pedro García Otero

MERCADOS

RAYNER PENA R | EFE

El tímido crecimiento económico experimentado por el país el último año tras ocho de recesión, tropieza ahora de nuevo con la depauperación de sus servicios públicos esenciales

01 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

 «Venezuela se arregló» o «Venezuela se está arreglando» son consignas que el régimen de Nicolás Maduro filtra extraoficialmente a través de las redes sociales y que, entre la población en general, a veces se repite con ironía, otras con amargura, y en muy pocas ocasiones con un optimismo verdaderamente real. Y es que más allá del crecimiento económico de aproximadamente un 5 % el año pasado (el primero tras ocho de recesión y con una hiperinflación de miles de millones por ciento), de que los precios han alcanzado cierta estabilidad, impulsados por una dolarización informal de toda la economía, y de que las filas para echar gasolina ahora se miden en minutos y no en días, en el país persisten grandes problemas de infraestructura, heredados del desastroso intento socialista de Hugo Chávez y Maduro, que explotó en el 2018, y que lastran cualquier posibilidad de crecimiento de largo plazo.

Los apagones son recurrentes desde el 2019, cuando todo el país se quedó a oscuras durante casi dos días. El fin de semana del pasado 15 de abril, 10 de los 23 estados del país estuvieron sin luz varias horas. Pero los apagones locales son incontables: una semana después, los residentes de El Llanito, un sector de clase media baja al este de Caracas, tuvieron que salir a protestar después de pasar dos días sin servicio eléctrico.

Y eso que la situación de la capital es casi idílica, en comparación con la de ciudades como Maracaibo, Mérida, Barquisimeto o San Cristóbal; en estas capitales de estado, al occidente del país, hay «planes de administración de carga» (léase racionamientos) de hasta seis horas dos veces al día. Es decir, 12 horas al día sin luz. «Es como vivir un holocausto», señala Johanny Pernía, un periodista de Maracaibo que se dedica a documentar la crisis de los servicios públicos en una ciudad en la que la temperatura media anual está por encima de los 30 grados.

El origen de la crisis se remonta a hace 15 años, cuando en plena borrachera de altos precios petroleros y afán de concentrar poder, Chávez nacionalizó la única empresa regional privada del país, La Electricidad de Caracas, y fusionó todas las administraciones públicas eléctricas regionales.

El resultado fue bautizado como Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec), un ente burocratizado que en el 2009 ya había generado una crisis que Chávez intentó arreglar con un «plan de emergencia» y de «inversiones» y que supusieron el extravío de más de 40.000 millones de dólares, hoy en manos de muchos de los más conocidos «boliburgueses», algunos residentes en España.

Para Luis Oliveros, economista venezolano, cualquier crecimiento que pueda generar la economía del país tropezará con un sistema eléctrico que «tiene que elegir entre encender las empresas básicas, del hierro y del aluminio, y dejar sin luz a Maracay, capital del estado Aragua, con unos 500.000 habitantes», una tesis en la que coincide otro economista, Benjamín Tripier. Según el Colegio de Ingenieros de Venezuela, el país necesita una inversión de 30.000 millones de dólares, que en sus depauperadas circunstancias actuales resultan inasumibles. Algunos economistas, como Oliveros, abogan por el levantamiento de las sanciones de EE.UU. para poder obtener financiamiento multilateral. Y la economía venezolana, luego de ocho años de colapso, necesitaría crecer a tasas de dos dígitos para alcanzar sus niveles de 2013 dentro de 15 años. «Venezuela se arreglará el día que haya democracia y libertad; no hay manera de salir de la crisis actual con Maduro en el poder», afirma la dirigente opositora Delsa Solórzano.