Grandes mitos en la gestión empresarial

Guillermo A. Barral Varela

MERCADOS

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La constante apelación a la flexibilidad, convertida en una carrera hacia ninguna parte, entraña un riesgo porque, el cambio por el cambio, sin límites y sin objetivos, denota una falta de visión clara y puede afectar gravemente a los resultados

13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Dentro de nuestra realidad empresarial existen abundantes mitos y por ello resulta importante poder identificarlos como tales y reconocer que poco, o incluso nada, tienen que ver con la obstinada realidad; el mito (siguiendo el diccionario de la RAE) es una historia ficticia, una narración maravillosa, pero que si en la gestión diaria de la empresa se toma por cierta puede llevarnos a adoptar un enfoque erróneo y conseguir un desenlace poco mitológico y por el contrario muy mundano, palpable: una deficiente gestión o dirección aderezada con unos pobres resultados.

No siempre constituye tarea fácil discernir lo verdadero de lo imaginario, lo objetivo de la «leyenda urbana» y a ello han contribuido algunos «gurús» de la gestión empresarial que, sin saber nada de lo que tras ella se esconde, se han dedicado a predicar entre un coro de prosélitos una serie de ideas que uno no alcanza bien a entender cómo han vencido y convencido. En fin, cosa será del márketing. Somos gente propensa a ofendernos con facilidad, pero no lo pretendo: existen numerosos expertos en dirección de empresas (management, si lo prefieren) en cuyas ideas, que he visto aplicar con éxito en diversas ocasiones, creo firmemente. No dedico estas líneas a Covey, ni a Drucker, ni a profesores más «nuestros» con un talento y olfato empresarial envidiable como Fernández Aguado o Abel Mínguez López, sino a otros que poco habiendo leído y menos aún experimentado, se han envalentonado pregonando a los cuatro vientos consignas cuando menos cuestionables. A estos segundos los animo a reflexionar sobre algunos de los mitos que refieren y que aunque como fábula bien suenan, como realidad cojos quedan.

El primero: la flexibilidad. Quien no haya escuchado eso de que hay que ser flexible porque en el mundo empresarial que vivimos, los objetivos (y las estrategias para alcanzarlos) cambian de modo permanente, que tire la primera piedra. Obvio, casi indiscutible, una buena dosis de flexibilidad en cualquier parcela vital parece recomendable: ante un conflicto, al enfrentar un problema cuya solución se antoja difícil, en las relaciones de amistad, familiares, etc. El mito empresarial consiste en estirar esa alabada flexibilidad hasta convertirla en una carrera hacia ninguna parte, en una huida hacia adelante, en un cambio continuo y sin límite de objetivos y caminos. Cierto es que en términos generales y sin particularizar por sectores puede afirmarse que estamos inmersos en un entorno empresarial dinámico, lo que exige cintura para adaptarse; perfecto, nada que objetar, nada siempre que ello no se traduzca en que cada día cambien las prioridades, en que hoy lo esencial sea esto y pasado mañana (bueno, más bien mañana) lo otro; en que los directivos y el personal no directivo de la empresa «entren cada día a trabajar pensando en a ver qué toca hoy». La flexibilidad carece de elasticidad infinita y no puede esconder la ausencia de una misión ni de una visión claras; sin estas, por más dúctiles que seamos, poco conseguiremos a pesar del esfuerzo. Otros lo han expresado con brillante sencillez diciendo más o menos aquello de que no hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto ha de llegar.

Segundo: lo importante es la actitud; mito aventurado donde los haya porque nada hay más peligroso que una media verdad. La actitud en el desempeño laboral de un directivo o de un trabajador claro que resulta importante, pero ni es lo único, ni en muchas ocasiones resulta ser lo decisivo. Imagínense que son ustedes unos mecánicos muy hábiles y no solo eso, sino que en su trabajo mantienen una actitud laboral (una disposición de ánimo, de nuevo siguiendo a la RAE) positiva. Piensen ahora que les encargan fabricar un Porsche 911 y que para lograrlo les entregan todas las piezas procedentes del desmontaje de ese popular coche de mi época, un Seat Panda. ¿Les hará su actitud lograr su objetivo? ¿Resultará esencial para la misión tener una actitud proactiva, de interés en lograr el coche encargado o ello resultará indiferente teniendo en cuenta los recursos entregados? En definitiva, ¿no serían en este caso necesarias otras habilidades más importantes? Sin ser yo de dogmas, me la juego a que sí.

No se agotan los mitos empresariales en los dos anteriores, pero por algunos había que comenzar y los comentados han tenido el honor de inaugurar estas reflexiones; prometo compartir otros que sin duda les sonarán; desde la ansiada multitarea (vamos, hacer de todo sin estar en nada), hasta el aprendizaje del error. Las fábulas que recorren el mundo empresarial dan para mucho. Paciencia.

Guillermo A. Barral Varela. Abogado de Abanca. Mediador civil, mercantil y familiar.